El pelotón del sufrimiento

Son fáciles de reconocer. Normalmente son muchos y los verás a la hora de las visitas, que suelen ser 2 veces al día, en la sala de espera de la UCI, o en los pasillos cercanos.

Se amontonan por grupos, y si te acercas a ellos los oirás haciendo una réplica del “pase de visita”, en lenguaje entendedor y claro, pero sobre todo muy cargado de emociones. Hablan como portavoces. Son los que hacen la “traducción simultánea” de lo que les han dicho el intensivista, el especialista o la enfermera referente, cuando entraron la anterior vez.
Y cuando llega el fin de semana son muchos más, y se reparten ordenadamente, para seleccionar quien puede entrar a ver a su ser querido.
Unos entran, otros se quedan fuera. Unos salen a fumar, otros permanecen en silencio. Unos contenidos, otros sollozando. A los que van llegando les verás besándose o sumidos en fuertes abrazos con el resto del pelotón.
Porque la situación es muy límite, porque la persona a la que quieren se está debatiendo entre la vida y la muerte, en muchas ocasiones.
El pelotón del sufrimiento les llamo.

Normalmente son el pelotón del sufrimiento, en una cuerda floja. No sé si los habéis visto, pero fijaros en ellos.
Cuando ves corrillos de gente joven, cuando son adolescentes, o cuando ves a una pareja llorando, rodeados de ellos, entiendes que el protagonista está en una edad en la que el sufrimiento viene de pronto a picar a una puerta inesperada.
Son los protagonistas secundarios de una historia que no siempre acaba bien. Son fugaces, aparecen y desaparecen. A determinadas horas del día siempre están allí. Suelen ser de diferentes grupos generacionales. Sus caras van cambiando. El pelotón es substituido por otro, a veces en cuestión de horas, pero en otras ocasiones pueden ser días o semanas.

Van y vienen.
Yo también he formado parte de uno de ellos. He permanecido de pie, porque no había más sillones donde sentarse, he salido a sentarme en las escaleras, o a pasear por el pasillo. Hay pelotones que cuentan las baldosas de los pasillos del hospital, lo sé, porque les he oído contarlas y luego otro pelotón sale a comprobarlo, sobre todo si hay niños. Los niños, los olvidados del pelotón. Pero que si están, hay que cuidarlos. De eso se encarga el pelotón también.
Recuerda que todos podemos estar. Un buen día puedes formar parte del pelotón, sin más.
Y llegarás a las horas de visita, bueno, llegarás un poco antes para poder oír el pase de visita informal.
Llegarás antes, para besar y abrazar.
Llegarás antes, sobre todo si hay niños, adolescentes o personas mayores, para organizar el pelotón.
Llegarás antes, para unirte al pelotón.
Cuando trabajas en un hospital es fácil reconocerlos. Los puedes localizar en una determinada zona del hospital, o en el ascensor o la cafetería les oirás hablar.
Una vez que formé parte del pelotón. Tomé una única fotografía, aunque en esos instantes, cuando formas parte del pelotón no puedes fotografiar.
Pero ya estaban contadas todas las baldosas del pasillo… y ya se precipitaba el final. Es una foto que curiosamente no sé dónde la guardo… pero guardo la imagen en mi retina, que nunca desaparecerá.
El pelotón del sufrimiento la titulé, y hoy no os la puedo mostrar, sólo os la he podido contar.
                                              Maite Castillo. Enfermera y fotógrafa