viernes, 28 de abril de 2017

La Rosa de los Vientos.

    

 


    Estoy sentada a la sombra del molino.

   Mi mente fantasea pensando qué hubiese ocurrido si yo hubiera nacido en otro lugar. El Balcón de la Mancha lo llaman, porque desde aquí se puede contemplar gran parte de la extensa llanura manchega.

   Mis raíces nunca fueron demasiado profundas y un día en el que aparecieron grandes vientos para mover las aspas yo volé con ellos. No fui muy lejos, lo suficiente para que mis ansias de libertad encontraran acomodo.

    El viento me llevó de un lugar a otro y yo me dejé arrastrar. Mi alma nómada descubrió otras gentes, otras culturas y otros muchos paisajes. Los viajes, las personas que conocí fueron dejando su huella, pequeños granitos de arena con los que rellenar mis bolsillos. Algunos resultaron ser simples piedras sin pulir que me vi obligada a dejar en el camino, sin embargo, otras personas emergieron como pequeñas piedras preciosas que se acoplaron a mí a la perfección. Esas piedras brillantes aún iluminan mi presente.

   Durante mis años fuera resistí tormentas, tiempos en calma y pequeñas brisas que me acariciaron el rostro.

   Aquellos grandes vientos volvieron de nuevo para traerme de vuelta, me resistí, pero de nada me sirvió. Eran vientos huracanados y me arrastraron con fuerza.

   Volví a aterrizar en el mismo lugar, pero nada tenía que ver ya con la persona que un día voló. Había saboreado la libertad y volver al redil familiar se me antojaba imposible.

   Aquí la vida me deparó más sorpresas, porque el que es viajero e inquieto, es incapaz de permanecer cinco minutos quieto. Los vientos siempre dominaron mi vida para bien o para mal y siguen haciéndolo. Cuando me trajeron la última tormenta me vi obligada a capearla, intentando mantener la calma para que mi barco no naufragara. Ahora que remite el temporal seguiré mi marcha, inquieta por naturaleza y la vida me seguirá trayendo nuevos vientos con los que jugar.

   Hoy estoy aquí, mañana, mañana ya veremos...

 Intentaré estar atenta, para que cuando los grandes vientos vuelvan me pillen preparada para volar de nuevo.




                                                                    Paula Cruz Gutiérrez.

lunes, 24 de abril de 2017

Desde aquí arriba…

                                                 

Desde aquí arriba, la mirada se pierde en el horizonte. Puedo ver cómo la naturaleza fluye a mi alrededor, cómo el sol se refleja sobre la superficie salada de la laguna, desprendiendo miles de destellos plateados. Todo es quietud, la naturaleza no sabe de prisas.

Desde aquí arriba, puedo vislumbrar mi vida. Pasado, presente y futuro, éste ayer incierto y hoy mucho más cierto.

Puedo observar mi cuerpo, antes joven y terso. Otrora maduro. Ver todas aquellas huellas que el paso del tiempo ha ido dejando y que conforman mi historia.

Puedo sentir cómo por mis venas corre la quimio, junto con la fiebre, las nauseas, los dolores y los desesperos.

Ahí abajo puedo ver cómo transcurre la vida. Cómo mis hijos juegan felices, sonrientes, completamente ajenos al desasosiego que me inunda. 

Sus risas se confunden con el murmullo del viento, con los cantos de las  aves que sobrevuelan la laguna. Junto con ellos la brisa arrastra hasta aquí, aromas de tierra y pinos. El olor del campo.


Desde aquí arriba la vida se me antoja corta, dura e intensa. Se me presenta de múltiples colores, olores y sabores por descubrir. 

Momentos cortos o largos que conforman nuestra cotidianeidad. Recuerdos que nos alimentan por dentro y nutren nuestra memoria. Instantes que nos traen felicidad y nos ayudan a tomar impulso para conformar nuestros días.

Desde aquí arriba he descubierto un lugar privilegiado, donde el tiempo y el espacio se funden, nada condiciona ya mi posición, estoy tranquila. He aprendido a mantenerme firme y viva.

La enfermedad me colocó aquí arriba y desde aquí continuaré observando.

Desde aquí arriba, la vida se me antoja puro amor, para dar y tomar.

Porque todos somos merecedores de ello.

Como final, os confieso que escribo desde abajo, porque aún, no puedo subir las escaleras.

Un beso.

viernes, 21 de abril de 2017

El viaje.

Hoy es nuestro décimo aniversario de bodas.

Me ha parecido un buen día para contar parte de nuestra historia.


                                             


Un día ya lejano, mi marido y yo decidimos emprender un viaje.

No se trataba de un viaje cualquiera, era un viaje en busca de la maternidad y como único equipaje llevábamos nuestra ilusión. Pero resultó ser un viaje arduo, lleno de impedimentos, de negativas y de desánimo.

Yo siempre fui una de esos millones de mujeres que padecían Endometriosis. Una mujer más a la que nunca le administraron ningún tratamiento y que aguantó año tras año el dolor y las molestias de la enfermedad. Ni tan siquiera después de operarme debido a una obstrucción intestinal provocada por la misma endometriósis. Con el paso de los años llegó la infertilidad.

Nunca quise ser madre estando sola, porque me parecía demasiada responsabilidad tener que educar a otro ser humano. Pero cuando me casé la cosa cambió y para entonces ya era demasiado tarde.

Así con todo, nos pusimos de pruebas, de estimulaciones ováricas para realizar fecundaciones artificiales. Todos nos hablaban de los beneficios del procedimiento, pero nadie nos explicó los posibles efectos secundarios a largo plazo.

Me sometí a estimulaciones para ser madre, después para tratarme las enormes hemorragias mensuales que me provocaban cansancio y anemia. Hormonas y más hormonas que estoy convencida que me han llevado hasta el cáncer. Ya sé que éste no es un dato científico ni está abalado por ningún estudio, pero creo sinceramente que en mi caso ha sido así.

Al mismo tiempo que intentábamos quedarnos embarazados, decidimos solicitar la adopción de un niño nacional. Fuimos a servicios sociales a informarnos y además de la adopción, nos hablaron del programa de acogimiento familiar porque entonces ambos programas eran compatibles. Cuando volvimos entregamos las dos solicitudes para ambos programas.

Así unos meses después nos convertimos en padres de acogida, de una niña de un año, que nos hizo padres de repente. Un año después llegaría el segundo bebe de tan sólo un mes.

Al final llegó nuestro hijo biológico tras un embarazo complicado y a los dos años, nuestra hija adoptiva.

Y cuando me preguntan que si tengo hijos, siempre digo lo mismo, que no deseaba tener, pero al final he acabado siendo madre de todas las formas posibles: biológica, adoptiva y de acogida. 

¡A mí que me daba miedo educar!.

No voy a pediros que renunciéis a vuestro sueño de ser madres, pero si quiero rogaros que tengáis cuidado, que seáis lo precavidas que yo no fui.


                    


                                                                                                                Paula Cruz Gutiérrez

martes, 18 de abril de 2017

El Final del Túnel

                                      


Ayer lunes 17 de Abril, me tocó volver al hospital. Tuve tres consultas, la analítica de rigor y las 6 horas de tratamiento de quimio. Un día agotador, como todos los que nos toca ir. El hospital está a 150 km de casa, por lo que tenemos que madrugar y después  volvemos más tarde. Pero ya sabemos que esa es nuestra rutina desde hace meses.

Pero ayer no fue un día cualquiera.

Cuando llegamos a la consulta de oncología, nos sentamos en la sala de espera. Al rato, me llamó el doctor y pasamos al despacho, allí me esperaba de pie, me recibió con una sonrisa y me dio dos besos. Nos sentamos los tres y me preguntó cómo me había ido el ciclo anterior, yo le conté todo lo que me había ocurrido y dolido. Posteriormente y tras revisar las últimas pruebas me comentó que si el resultado del TAC que me prescribía era satisfactorio, la de ayer sería mi última sesión de quimioterapia.


Nos despedimos con otros dos besos y un gracias.

Que fuera mi última sesión era precisamente mi idea. Una idea que llevaba visualizando desde hacía tiempo y aunque los demás me decían que no fuese con ninguna idea fija, que el doctor haría lo que creyera conveniente, yo en mi interior seguía pensando lo mismo.


Así pues, si salgo "guapa" en el TAC, habré conseguido pasar la primera fase contra todo pronóstico médico. He invertido en ello nueve meses desde que me diagnosticaron el cáncer, con cuatro intervenciones quirúrgicas de por medio y una grave peritonitis. Pero me propuse salir, con la ayuda de la medicina y de mi trabajo mental, lo he conseguido.

Parece mentira, pero pasito a pasito voy dando pasos de gigantes.

A todos aquellos que me dicen que estoy teniendo suerte, yo les digo que la suerte no existe, existen la medicina y nuestro trabajo interior. Que hay que creer en nosotros mismos y en las cosas que queremos, creer en los milagros porque si nos lo proponemos somos capaces de crearlos.

Salud para todos.



                                                                                            Paula Cruz Gutiérrez.

jueves, 13 de abril de 2017

Una tesis doctoral.


Medio en broma, medio en serio os cuento mis reflexiones.


                       


Si alguno de vosotros necesita un tema especial para realizar su tesis doctoral, me ofrezco voluntaria. Cada día estoy más convencida de que soy “un rara avis” digno de estudio y que algún científico debería plantearse esa posibilidad.

Es cierto que estoy pasando por un proceso difícil.

Que he estado entre la vida y la muerte, pero ya ha pasado y ahora afronto el futuro con ilusión.

A veces, la vida nos muestra hechos aparentemente incongruentes.

Te pone en el filo de la navaja con la enfermedad, pero al mismo tiempo ésta te enseña a ser feliz. En mi caso, mucho más feliz de lo que he sido en años.

Soy consciente de que muchas personas no piensan lo mismo y se sienten desdichadas y atrapadas en un círculo del que no pueden salir.

No es fácil conseguir tener ánimo y ser optimista, pero creo sinceramente que vale la pena intentarlo y trabajar para conseguirlo. Ante la alternativa de ser feliz o desdichado, me quedo con la primera.

Yo he decidido apreciar todo lo bueno que la enfermedad ha traído consigo. 

Y así, en éstos meses la vida me ha hecho muchos regalos: he conocido gente maravillosa y también me ha traído de vuelta a otras personas queridas a los que perdí la pista hace tiempo, por distintas circunstancias.

Sin darme cuenta sembré amor en muchas personas y ahora me viene de vuelta.

Bienvenida sea la enfermedad que me ha tocado y todo lo que ha traído consigo.

Tengo cáncer y soy feliz ¿y qué?.


Atrévete a serlo tú también.



                                                                       Paula Cruz Gutiérrez.

domingo, 9 de abril de 2017

Hay días tan rugosos como la piel de una col.

Este texto lo escribí en marzo.


Hay días tan rugosos

 como la piel de una col.

Hoy estoy pasando mala tarde.

Hemos salido de viaje aunque para mí  supone un gran esfuerzo físico.

Pero necesitábamos desconectar de la rutina casa-hospital. Esa rutina en la que nos hemos sumergidos los últimos meses.

El cansancio físico me ha llevado al cansancio psicológico y me he desanimado, me duele la cabeza y tengo unas décimas de fiebre a causa de la quimio.

Hace tres días me teñí el cabello porque ya me había crecido. Fuimos al supermercado a comprar y vi un tinte color turquesa que me gustó y decidí comprarlo.

Por la tarde me lo teñí y como gran parte de él son canas me quedó de color azul clarito, al día siguiente me lo volví a teñir para conseguir un tono más oscuro.

Pero hoy tres días después, el cabello ha comenzado a caerse de nuevo, dieciséis días después de la última sesión de quimioterapia. 

Hoy es uno de esos días en los que no me apetece nada, mañana ya veremos…



  Un saludo.                              

                                        

                                                 
                                                 

                               
                          Paula Cruz Gutiérrez.                    
         
      

  •                                                            

jueves, 6 de abril de 2017

Mi preciado tesoro.


Al principio del proceso decidí afrontarlo sola,  sin entrar en contacto con otros enfermos. Mi cabeza ya era un caos y no quería añadir más incertidumbre con relatos de otros. Pero los más allegados no lo entendían y continuamente venían a contarme historias de otros enfermos, tenía que decirles que esas historias no me interesaban y que no me apetecía escucharlas.

Decidí darme un poco tiempo para asimilar la situación y buscar información. Considero primordial respetar el proceso interior de cada uno, todos somos diferentes y cada uno tenemos un ritmo. Yo encontré el mío. Quién sabe si más lento o más rápido que el de otras personas, pero es el mío.

Después de todo lo pasado, ya no me importa relacionarme con otras personas que hayan pasado la misma enfermedad que yo. Ahora me gusta y me alegra poder ayudar con los textos del blog. Son muchas las personas que me escriben felicitándome y dándome las gracias.

Desde que era pequeña he tenido una sensibilidad especial, que se fue acentuando con los años y que ha crecido de manera desmedida en los últimos meses. La enfermedad me ha hecho ver la vida de otra manera, de otra forma más pausada y restando importancia para todo aquello que no la tiene.

Y al mismo tiempo valorando muchas cosas a las que antes no les prestaba atención.

Sé que os estaréis preguntando qué significa ese paipai cutre de la fotografía, pues os lo contaré.

Después de realizarme la primera operación en el mes de agosto pasado, en la que me quitaron un ovario con el tumor, me provocaron la menopausia. Como resultado, me han quedado unos sofocos continuos que se repiten durante todo el día.

Estando ingresada en la uci alguien del personal me fabricó el paipai para que pudiera mitigar un poco el calor repentino que me entraba con los sofocos. Me fabricaron uno con el cartón doble, pero como había perdido toda la masa muscular, me pesaba mucho y no podía utilizarlo. Entonces me hicieron el que podéis ver en la foto.

Durante toda nuestra vida tendemos a acumular cosas y más cosas sin saber muy bien para qué, porque la mayoría de ellas no las utilizamos. Para mí durante un mes éste objeto aparentemente tan simple y feo fue mi propiedad más preciada. Fue lo único material que necesité. 

Todo lo demás me sobró.


                                                                                                                                                                                      Paula Cruz Gutiérrez.

martes, 4 de abril de 2017

¿Y con los niños qué hacemos?

Con la llegada de la enfermedad se nos planteó el dilema de cuando y cómo decírselo a nuestros hijos, aún son pequeños y era difícil que lo comprendieran.
                                                                                                                                                                     
¿Y con los niños qué hacemos?

Cuando me diagnosticaron la enfermedad lo primero que pensé fue en nuestros hijos.

Hay muchas familias en las que hay niños pequeños, en éstos casos uno se plantea cual es la mejor manera de afrontar la situación.

Se tratase de una enfermedad menor, que fuese a durar poco tiempo, es obvio que podemos evitar explicárselo a los niños. Pero cuando se trata de una enfermedad grave y duradera es mejor decírselo. Aunque la solución más fácil sea ocultarlo, no es lo más recomendable porque los niños tarde o temprano se enterarán  y tal vez las conclusiones que saquen no sean las más adecuadas.

En nuestro caso, tenemos un niño de 5 años y una niña de 3. Desde el  momento en el que empecé a ir al médico para realizarme las primeras pruebas, les dijimos que íbamos al médico porque mamá tenía “pupa” en la tripa.  Cuando me operaron, el niño fue a verme al hospital y después  han ido viendo la cicatriz mientras se curaba y mi hija se empeñaba en enseñársela a las visitas. También les expliqué que debido a las medicinas que los médicos me estaban administrando, probablemente se me caería el pelo. Lo han tomado con tanta naturalidad, que presumen que su mamá esté calva.

Dentro de unos días vuelvo a entrar en el quirófano y ya les he explicado que estaremos su papá y yo unos días en el hospital para que me terminen de curar la tripa.

Como son pequeños a veces me preguntan porqué tardan tanto los médicos en curarme, yo les contesto que es un proceso lento, pero que no se preocupen que pronto me recuperaré.

Salud para todos.

sábado, 1 de abril de 2017

Humanizando la UCI.

                                    
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Día 24 de Diciembre de 2016, Hospital La Zarzuela, Madrid.

Mientras medio mundo se preparaba para celebrar la Nochebuena, yo me encontraba en el quirófano debatiéndome entre la vida y la muerte. De allí salí en malas condiciones, sin capacidad pulmonar y sedada. Del quirófano pasé a la UCI y donde permanecí un mes. Las dos primeras semanas bajo sedación, a causa de mi baja capacidad pulmonar.

Debido a la gravedad de mi estado varios  trabajadores del servicio de la UCI, pensaron que yo debía estar acompañada por algún familiar el mayor tiempo posible. Hasta ese momento las familias sólo podían acudir en los horarios cerrados de visita. No les resultó fácil convencer al resto del equipo, pero al final, consiguieron que yo pudiera estar acompañada más tiempo de lo habitual. Fue una excepción y un privilegio para mí, que a veces, nos hacía sentir incómodos con el resto de enfermos. Al fin y al cabo, todos debíamos tener las mismas atenciones.

Durante un mes desde mi cama, tuve tiempo de observar el trabajo que llevaban a cabo cada uno de los miembros del equipo, ya fueran médicos, enfermeros, auxiliares, celadores o señoras de la limpieza. Todos de una manera o de otra trataban de hacernos el día a día más llevadero posible.

Es cierto, que no todos los miembros estaban de acuerdo con que yo tuviera visita tantas horas, pero al final yo les agradecí inmensamente que lo permitieran porque para mí fue muy importante. Aunque si he de ser sincera, había momentos en los que me sentía incómoda, porque veía que otros enfermos lo necesitaban tanto como yo. Me llegaban al alma los lamentos de las señoras mayores con demencia senil llamando a sus maridos y cómo éstos, tan viejecillos como ellas, llegaban tristes a las horas de visita. Era para mí, como una pequeña tortura.

Mis pulmones al final consiguieron funcionar solos y  pasé a una habitación individual donde continué recuperándome.

Pero en la planta de abajo la idea de implantar mi modelo cuajó y el personal siguió luchando por implantarlo.

Pues bien, a partir de ahora la UCI permanecerá abierta todo el día para todos los enfermos y sus familias.

Un gran triunfo de este super grupo de personas que consideran que cuidar y atender a un enfermo es mucho más que administrar medicinas.

Gracias a ellos  serán muchas las familias agradecidas.


Y yo habré tenido el privilegio de haber sido la primera.