martes, 27 de junio de 2017

El Reloj.


Estoy de nuevo en el quirófano. Como siempre aquí abajo hace mucho frío, permanezco tumbada y temblando en la camilla. Mientras tanto el personal de enfermería se mueve de un lado a otro colocando los útiles necesarios para mi intervención.

He entrado con una sonrisa, antes de bajar he visto por casualidad a mi cuadro médico y me han deseado suerte. Me acompañan mi marido y Conchi.

Mi amiga Conchi ha bajado a acompañarme hasta dentro del quirófano para que no me sintiera sola, después me ha sonreído y se ha marchado.

Al entrar el médico anestesista me ha peguntado cómo estoy de nerviosa, para calcular la cantidad de sedación que debía administrarme. Yo le he dicho que estaba tranquila. No pueden dormirme completamente porque durante la colocación del reservorio debo colaborar con ellos cuando me lo indiquen.

La enfermera me ha colocado una manta especial, que tenía dos huecos, uno por el que saco la cara y el otro por el que ellos trabajarán.

Por mi orificio tan sólo veo una mesa con instrumental y un reloj colgado en la pared.

El reloj tiene forma circular, es de vidrio y su marco es de color añil. Cuando llega el cirujano marca las diez menos diez de la mañana. 

Durante toda la intervención estoy pendiente del reloj, viendo cómo sus agujas avanzan despacio.

Me inyectan una anestesia local en una zona del pecho y después en otro. La primera inyección me duele muchísimo y tengo la sensación de que la aguja gira dentro de mí.

Mientras trabajan escucho sus conversaciones, al tiempo que la auxiliar mueve constantemente la camilla hacia un lado u otro, siguiendo las instrucciones del cirujano.

En un momento dado, me toca colaborar a mí. Ahora contengo la respiración, ahora inflo la tripa y hago fuerza.

El cirujano pide bisturí y me imagino cómo corta mi piel. Le cuento que antes yo me dedicaba a restaurar libros y que el bisturí era una de mis principales herramientas de trabajo. Entonces me responde que en ese caso, somos casi colegas.

Comienzan a colocar el reservorio arrastrándolo entre la piel y el músculo hasta colocarlo en el lugar más adecuado. Aunque no puedo verlo me resulta muy desagradable.

Lo único que puedo hacer es aguantar y mirar el reloj.

Sigo tranquila, las agujas del reloj marcan las diez y veinte de la mañana. Entonces el cirujano me dice que ya han terminado y que el catéter ha quedado perfecto.

Le doy las gracias a todo el equipo, mientras el celador me indica que me pase a la camilla donde va a llevarme a la sala de recuperación.

Ya en la sala colocan a mi lado, a una niña de la edad de mi hijo, viene llorando nerviosa por la anestesia. Se llama como yo y le han asignado la habitación donde estuve yo la última vez. Pienso que vaya casualidad.

Me dan ganas de decirle algo para consolarla, pero como no me conoce no quiero que se asuste. Entonces entra su papá y consigue tranquilizarla.

Yo por mi parte, me dejo llevar por el sueño y me duermo.

A la salida me esperan Conchi y mi marido. Aún atolondrada nos vamos a casa.

Estoy muy dolorida y pienso que acabo de superar otra prueba.

Tengo la sensación de estar realizando un “airon man”, pasando prueba tras prueba. Sólo que en mi caso, no he tenido tiempo de prepararme previamente, ni física ni psicológicamente.





                                                                          Paula Cruz Gutiérrez.




martes, 20 de junio de 2017

Nuestro Tsunami Particular.

Hallazgos arqueológicos recientes, han descubierto que el cáncer ya existía en la prehistoria. No es una enfermedad propia de la era actual. Aunque sí es cierto, que en los últimos años los casos de cáncer han aumentado considerablemente.


En algún momento de la historia, a alguien se le ocurrió la brillante idea de inventar un medicamento para curar el cáncer. Este personaje probablemente cercano a alguna farmacéutica, encontró para ésta el chollo de la historia.

Se inventó la Quimioterapia.

Los médicos nos la venden como la única alternativa válida para combatir nuestro cáncer, aún a sabiendas de que no es ni de lejos, una panacea.

Cuando aún estamos en estado de shock, nos explican con toda tranquilidad, todos los beneficios del tratamiento, junto con los miles de millones de efectos secundarios que podemos sufrir. Son tantos, que cualquier cosa que nos ocurra siempre entra dentro de la categoría de "normal". 

Si estábamos nerviosos por recibir la noticia de que tenemos cáncer, aún nos ponemos más al conocer todas las "lindezas" que están por llegar y que sí o sí debemos pasar si deseamos curarnos.

Nos programan un número determinado de sesiones, que al final en muchos casos, suele convertirse en indeterminado. Después, nos someten a tratamientos inhumanos, durante horas interminables y nos mandan a casa a esperar resultados.

Desde el primer minuto en el que la quimio empieza a entrar en nuestro organismo, comenzamos a notar su efecto destructor. 

No deja de ser incongruente que lo que supuestamente nos cura, sea en realidad, lo que nos mata.

Nos mata con su aplicación, con sus efectos secundarios que arrasan nuestro organismo como si de un tsunami se tratara. Llevándose por delante todo aquello que encuentran a su paso, comenzando con las venas y acabando por las células, sean cancerígenas o no.

Y algún  receloso me dirá: Sí pero tú te has curado.

Cierto, a mí me ha funcionado, pero ¿a cuanta gente no y después de pasar por el calvario de la quimio a muerto igual?. ¿No se les habría podido ahorrar tanto sufrimiento?.

Soy consciente de que éste es un debate conflictivo, pero en mi opinión, en algún lugar del mundo hay personas que han encontrado otras soluciones menos agresivas y a nadie le interesa conocerlas.

Estos medicamentos que nos administran, cuestan auténticas fortunas y parece que tan sólo a unos pocos investigadores parece interesar su retirada. Estos "Quijotes" de la investigación intentan buscar otras soluciones solos, luchando contra los molinos de la financiación. Porque todo el mundo les cierra las puertas y desgraciadamente, para investigar es necesario apoyo y dinero.

A día de hoy, es lo que hay.

Y nosotros los enfermos, contra todo ello, lo único que tenemos son nuestras ganas de vivir y nuestra fortaleza para hacer frente al tsnami.



                                                                          Paula Cruz Gutiérrez.


domingo, 18 de junio de 2017

Ser una Guerrera.



"El universo te ha concedido la dicha de ser una guerrera".

Este comentario me lo dijo una persona el día de mi cumpleaños al hilo del texto que publiqué. Sencillamente me encantó.

Hay veces en las que la vida nos somete a una encerrona, nos arrastra al interior de un laberinto del que no sabemos qué dirección debemos tomar para poder salir. Es entonces cuando debemos armarnos de valor para encontrar el camino más adecuado. 

En esos momentos de confusión el valor es difícil de encontrar, se esconde en lo más recóndito de nuestro interior para que no lo encontremos con facilidad, porque en esos momentos, el miedo se vuelve el sentimiento más poderoso.

Pero pasado un tiempo y realizadas las reflexiones adecuadas, es el momento de ir en su busca y entrar en acción. Todos los comienzos son difíciles, pero poco a poco si tenemos perseverancia iremos ordenando nuestros pensamientos y decidiendo qué haremos a continuación. Teniendo cuidado de no distraernos ni con el aroma de las plantas que conforman el laberinto, ni con nuestra soledad.

Iremos avanzando, hasta que llegue el momento en el que nos convirtamos en nuestros propios héroes o heroínas. Capitanes de nuestro destino, dignos, caminando sin vacilar hasta conseguir nuestro objetivo. Cada uno debe marcarse el suyo. Uno que sepa que es posible alcanzar. No sirve de nada ponerse objetivos que son imposibles de realizar.

Habrá mañanas que al despertar tan sólo nos sintamos como pequeños ratoncillos que desean quedarse acurrucados, así sin más, cansados de caminar y sin fuerzas para enfrentarnos a un nuevo día. Pero después, ese pequeño animalito indefenso, ha de convertirse en una grandiosa ave fénix que nos lleve de la mano, a nosotros y a los que tenemos al lado.

Mi ave fénix particular cada día tiene más y más fuerza. Porque se que no estoy sóla, he descubierto que tengo mucha gente a mi alrededor que me quiere y me apoya. 

Mi agradecimiento lo intento plasmar en cada uno de mis textos.

Cuando comencé a escribir simplemente deseaba liberarme de las emociones que me provocaba la enfermedad, de soltarlas para que desapareciera la incertidumbre, el no sé qué ocurrirá o me tocará pasar ahora. Despejar mi mente para que pudiera seguir pensando y trazando un plan.  

Estoy muy contenta y orgullosa, porque nunca imaginé que con mis palabras podría ayudar a tanta gente. 

Espero seguir contándoos muchas historias más.

Que vuestra ave fénix se a un animal real, no mitológico.




                                                                         Paula Cruz Gutiérrez.

miércoles, 14 de junio de 2017

Mi Felicidad.


Estoy convencida de que la felicidad es únicamente un compendio de pequeños momentos sublimes.


La mía podría componerse de algunos de los siguientes elementos:

Reunirme con mis amigos y rememorar batallitas pasadas.
Celebrar una comida o una cena con la familia.
Ver jugar a mis hijos en el parque.
Escuchar las historias que se inventan los niños, disfrutando de su imaginación.
Degustar un té con los amigos, mientras mantenemos una conversación agradable.
Asistir al concierto de música.
Sonreí durante los tres minutos que dura cualquiera de mis canciones preferidas.
Escuchar mi programa de radio favorito.
Ver una y otra vez aquella película que tanto me gustó.
Leer un buen libro sentada en un lugar tranquilo.
Ir al teatro con los niños y ver sus caritas de ilusión.
Viajar y descubrir nuevos lugares y nuevas culturas.
Descubrir el arte en los museos, en las galerías o simplemente en la calle.
Cambiar un mueble y darle otra oportunidad.
Reciclar objetos y reconvertirlos en objetos útiles.
Permanecer quieta mientras observo el vuelo de una mariposa o un pájaro cantar. 
Todo ésto y mucho más.



No sé si aquellas personas que buscan la felicidad continua la encontrarán. Yo creo que para ser felices únicamente hay que saber apreciar todos aquellos pequeños detalles que todos los días nos suceden. 

Por el contrario, no creo en la felicidad ni en la tristeza perpetuas.

¿De qué se compone vuestra felicidad?.

                                                                          Paula Cruz Gutiérrez.










domingo, 11 de junio de 2017

Necesitamos Tanto...


Necesitamos Amor...
Para Querernos.
Para aceptar la enfermedad y aprovechar sus enseñanzas.
Para amar la vida y nuestro camino.
Para utilizar nuestro aprendizaje en ayudar a otros semejantes.


Necesitamos Fuerza...
Para Creer.
Para hacer frente a la enfermedad y a todo el proceso.
Para sacar energía de cualquier sitio, aunque sea de un lugar recóndito y hasta ahora impensable.
Para plantar cara a los malos momentos e intentar reconvertirlos en buenos.


Necesitamos Esperanza...
Para Soñar.
Para levantarnos cada mañana pensando que el día de hoy será mejor que el de ayer.
Para pensar cada día que ya hemos superado nuestro proceso, sabiendo que somos capaces de llegar a buen puerto. Tal vez no lleguemos en las mejores condiciones, pero llegaremos.

Necesitamos Valor...
Para Volar.
Para mirar de frente a la enfermedad.
Para superar los dolores, los efectos secundarios de la medicación y las secuelas.
Para pensar que día a día, pasito a pasito se puede sanar.
Para gritar, llorar o reir cuando sea necesario.
Para animar a los que tenemos cerca cuando tienen días malos.

Necesitamos Amor, Fuerza, Esperanza y Valor para Vivir.

  

                                                                       Paula Cruz Gutiérrez.

jueves, 8 de junio de 2017

El Mejor Regalo de Cumpleaños.

Estoy sentada en mi despacho particular, viendo cómo el viento mece las ramas de los rosales. Un despacho ideal si no fuera por lo cansinas que están las moscas.

Aquí sentada me da por pensar cómo hubiese sido éste último año sin el cáncer. La respuesta a ésta pregunta es muy sencilla: hubiera sido completamente diferente.




Hoy es mi cumpleaños.


Ya me voy acercando al medio siglo, aunque tal vez debería plantearme el empezar a cumplir años de nuevo. Al fin y al cabo, éso precisamente es lo que he hecho. Revivir.  

Visto lo visto con todo lo que me ha sucedido éste último año, que esté aquí contándooslo es el mejor reglo que puedo recibir.

Los médicos dudaban mucho de que pudiera salir a delante, pero gracias a que mi cuerpo es muy cabezota y mi mente aún más, hoy continuo por éstos lares. Sospecho, que aún siguen sin saber cómo he podido superar tanto. Pero lo importante es que por un motivo u otro estoy aquí. 

Durante éste año he tenido que aprender a marchas forzadas todo cuanto necesitaba para superar la enfermedad. 

Aprender a trabajar la inteligencia emocional, ha sido la mejor lección aprendida y la que más útil me ha sido. Ella es la que verdaderamente me ha ayudado a salir a flote, aunque tenga malos días, éstos los tenemos todos estemos sanos o no.

Algunos me preguntaréis ¿qué es eso de la inteligencia emocional? Pues no es más ni menos que la capacidad de darnos cuenta de que prestamos atención a nuestros pensamientos negativos, centrándonos en los problemas y perdiendo de vista nuestros objetivos. Con éste tipo de inteligencia podemos cambiar nuestros pensamientos negativos por otros positivos y recuperar así nuestro estado de ánimo. Con buen estado de ánimo siempre será más fácil alcanzar esos objetivos que nos hemos marcado.
Y mi  objetivo estaba claro desde el principio.

Creo firmemente que lo que pensamos  es aquello que después nos sucede. Si pensamos en positivo a cambio recibiremos cosas buenas.

Yo no he dejado de pensar ni un sólo día que mi cáncer ya se había curado y así continúo.
Además cuento con el privilegio añadido de poder escribir y de que cientos de personas me lean.
Vamos a pintar el universo de colores e intentar iluminar el interior de todos aquellos que sufre.


                                                                        Paula Cruz Gutiérrez.




lunes, 5 de junio de 2017

Un día en Blanco y Negro




Hoy es como un día en Blanco y Negro. Estoy aburrida, no sé muy bien qué me ocurre.

Mi cuerpo anda bajo mínimos de energía y los dolores en las articulaciones no me dejan caminar con soltura. Estoy cansada y medio adormilada. El día de hoy pasará a mi historia sin pena ni gloria.

Pronto hará un año desde que me puse enferma, un año que ha pasado rápido, pero que a la vez se está haciendo eterno.

Acostumbrada a no parar, no termino de acostumbrarme a no poder hacer nada. Todos los días transcurren más o menos igual. Siempre a la espera de ver si mañana será un poquito mejor.

Aunque soy consciente de que he adelantado mucho en poco tiempo, pero cuando uno está enfermo siempre quiere una recuperación rápida. Pero lo realmente importante, es que pese a todo, sigo viva.

En principio me queda otro año con otro tratamiento. Nueva medicación, con nuevos efectos secundarios que espero sean menores que los de la quimio.

En cuanto al trabajo, ni tan siquiera se si me recuperaré lo suficiente para seguir trabajando.Todo cuanto se hacer, lo hago con mis manos y si ellas no se recuperan no podré continuar restaurando obras. Trabajo al que me he dedicado los últimos veinte años. 

Confío en mejorar poco a poco y en que en un futuro no muy lejano, pueda llevar una vida lo más "normal" dentro de lo posible. Soy consciente de que me quedarán gran cantidad de secuelas, pero vamos a intentar que éstas sean las menos posibles.

Que descanséis. Mañana tenemos otra oportunidad de seguir viviendo.


                                                                         Paula Cruz Gutiérrez.

jueves, 1 de junio de 2017

La Ventana.




Cada uno de nosotros tenemos una ventana donde mirar. Si los vidrios están limpios podremos ver el paisaje, pero por el contrario, si los vidrios están sucios nuestra mirada no llegará muy lejos.

De ésto se deduce que es importante proceder a su limpieza con cierta regularidad. 

El símil de la ventana lo podemos aplicar a nuestra mente, hacer limpieza de vez en cuando de nuestros pensamientos negativos es útil y muy necesario.

Yo procuro mantener limpios mis vidrios día a día, lo que me permite ver más o menos despejado el paisaje exterior.

A través de mi ventana se aprecia un paisaje  lleno de naturaleza y color, pero está parcialmente oscurecido por una persona que hay en el centro.

Esta persona siempre está triste. Amargada a ratos por lo que no tiene y otros por lo que nunca ha tenido.

Su vida es una queja constante. No se da cuenta de que cuanto más se queje  y más piense en la vida que pudo llevar y no llevó, más se deprimirá. Repite constantemente como una letanía, que todos han tenido suerte  en  la vida menos ella.

Antes le prestaba atención y la escuchaba, pero ahora ya no lo hago, me limito a mirarla con tristeza.

No puedo ni quiero quejas a mi lado.

En éstos últimos meses muchas cosas han cambiado. Ya no le presto atención, porque sé que no se puede ayudar a quién no quiere ser ayudado.

Es cierto, que mucas veces no tenemos la vida que nos gustaría tener, pero cada uno tenemos que recorrer nuestro camino. Es un error fijarse demasiado en la vida de los demás y restar importancia a la nuestra, porque entonces surgen los celos, las envidias y el malestar personal.

Y aunque aparentemente los demás no tengan problemas y lleven una vida perfecta, en el fondo no es así. A todos nos suceden cosas buenas y cosas malas.

                                                 


Lo importante cada día es trabajar para conseguir apreciar todo lo bueno que tenemos. Hemos de aprender  a desaprender todo lo que hemos aprendido, la queja, los lamentos, las comparaciones con los demás y los "yo no puedo". 

Siempre se ha dicho que "querer es poder" y es completamente cierto. Yo soy prueba de ello.

La vida es sólo nuestra y cada uno ha de decidir cómo quiere vivirla, procurando tomar las decisiones adecuadas para no lamentarse constantemente. Y si uno se equivoca, siempre tiene tiempo de rectificar. 

Los Lamentos y la Felicidad son dos cosas incompatibles.

Nadie puede ser feliz mirando hacia afuera, si no mantiene limpio su interior. La luz y el color los tenemos dentro. 

Haced limpieza y a sed felices.


                                                                    Paula Cruz Gutiérrez.