jueves, 31 de agosto de 2017

LoS NiñoS

Tal vez los niños tan sólo fueran la excusa que necesitaban para continuar. Aquellas pequeñas personitas llenas de energía, que ocupaban sus días y que a ratos eran capaces de volverlos locos con su incesante actividad.

Tras sus miradas ella podía apreciar el miedo y la incertidumbre frente aquella situación desconocida para todos, pero además, incomprensible para ellos. ¿Cómo explicarles que toda su vida podía cambiar radicalmente a partir de esos momentos?. Era imposible que sus pequeñas mentes entendieran la importancia de la situación. Pero aún así, ella armada de paciencia intentaba a través de pequeñas historias contarles qué ocurría. 

Alegres por naturaleza, los niños jugaban a su alrededor y de vez en cuando se les ocurría alguna pregunta que hacer al respecto. Ella respondía acorde con el vocabulario infantil, para que resultara entendible para ellos. Pero ésto no quería decir, que llegaran a comprenderlo realmente y que dejaran de preocuparse por ver a mamá siempre en el sofá. Afortunadamente, era época escolar y entre ir a la escuela y a las actividades extraescolares, los niños pasaban la mayor parte del día fuera de casa.

Esta rutina se fue instalando en sus vidas, se aceptó como algo normal dentro de la rutina familiar, como si el que mamá estuviese enferma fuese lo más natural del mundo.

Ahora quedaba ir poco a poco recuperando las salidas y las actividades que habían quedado postergadas. Intentar dejar de lado los malos momentos y mirar al futuro con cierta alegría.

Ilusión por un futuro renovado, juntos, sin dejar atrás ninguna pieza del puzzle.

                                                                                                           Paula Cruz Gutiérrez.



Una paleta de Color.


En éstos últimos meses he encontrado un amigo inseparable en mi sofá. Hemos pasado juntos muchas horas. De hecho, suelo decir que cuando lo cambiemos me tendrán que llevar a mí con él, porque ya formo parte de su estructura.

Después de la gran tormenta, el cielo comienza a aclararse y yo también. Todos los días son necesarios, tanto los buenos como los malos y debemos darnos permiso para tener de todos, aunque sea difícil pasarlos.

¿Quién dijo que la vida era fácil?.

Es importante aprender a lidiar con nuestros sentimientos y nuestras sensaciones. Entenderlas para poder poner remedio cuando sea necesario. Tener malos días es normal, lo que tenemos que intentar es que esos días no nos arrastren y duren más de lo necesario. Ver la vida en negro puede ser positivo para apreciar el resto de colores del arco iris.

Es divertido buscar una paleta de color acorde con nuestra personalidad, cada uno ha de elegir la suya, compuesta por todos aquellos colores que más le gusten. Esa paleta será como los muebles de nuestra casa interior y cuando no nos sirva o deje de gustarnos siempre podemos cambiar el colorido, igual que cambiamos la decoración de nuestra casa. A veces, tan sólo con cambiar las cortinas ya damos otro aire a la habitación.

Siempre nos van a surgir problemas pero lo importante es cómo los afrontemos.

 Es hora de renovar mis cortinas.


                                                                        Paula Cruz Gutiérrez.

miércoles, 30 de agosto de 2017

uN Día GRiS.



Quiero que el día gris que me cubre hoy pase pronto, cual tormenta de verano.

Que este desasosiego y esta tristeza que me invaden, se las lleve una fuerte ráfaga de viento y los arrastre lejos de mí.

Que la luz del sol con su tibieza me inunden de nuevo y vuelva la alegría. Se que esto es pasajero, pero mientras pasa me revuelvo en el lodo, como si el barro con sus tonos marrones y ocres fuesen los únicos que pudiera captar mi retina.

Sudo y sudo sin parar para a continuación quedarme helada, un sudor frío que me atraviesa y me congela el corazón. Sofocos continuos que me obligan a secarme y cambiarme de ropa continuamente.

Mi ánimo fluctúa a ritmo de los efectos del tratamiento.

He de cruzar el abismo, caminando por un puente largo, estrecho y desvencijado. Mis pasos son cortos y temblorosos. Evito mirar hacia abajo, porque si caigo al vacío llegaré al fondo del  abísmo. A una inmensa grieta sinuosa y oscura donde sólo habita la locura.

Intento en todo momento miar al frente. Al otro lado veo un frondoso árbol, que despliega sus verdes ramas hacia mí y me invita a seguir.

Yo lo intento, camino por el puente mientras que un ave negra que es mi pesimismo, me ataca e intenta derribarme.

!Déjame, no te quiero a mi lado¡, le grito nerviosa, mientras ella vuelve una y otra vez. 

Mi rostro está cubierto de lágrimas, pequeñas perlas que caen y se pierden en la enorme grieta.

Quiero llegar al otro lado, deseo abandonar el precipicio.

Que alguien me ayude porque sola no creo poder lograrlo.


                                                                      Paula Cruz Gutiérrez.



lunes, 28 de agosto de 2017

uN GeLiDo INVieRNo.


Sentía como si un largo invierno se hubiera apoderado de su vida. Un invierno que venía acompañado de un viento helado, que dejaba temperaturas gélidas en su interior.

Frío y más frío era lo único que últimamente sentía. Como si su alma se hubiese quedado congelada el día que le dieron la noticia.

Cada noche acurrucada en la cama se prometía a sí misma avanzar, mirar hacia delante, dejar de lado aquella etapa sombría, llena de días y noches eternas dónde lo único que hacía era pensar. Pero su mente estaba tan congelada como el exterior y sus ideas iban y venían sin alcanzar ninguna solución. Eran días difusos, dudosos en el tiempo, que no añadían nada interesante a su vida, mas bien al contrario, porque sólo aportaban desilusión. Días oscuros de miedos y tristezas en los que el llanto era su único acompañante, un compañero inflexible y traicionero que no daba tregua.

Y en aquella liviana intención de progresar, de mirar al futuro, intentaba que aquellos días de invierno se fueran convirtiendo poco a poco en otoñales. Como dando permiso para que los rayos del sol fueran entrando despacio, para así ir iluminando poco a poco sus horas. 

Ella quería ver el sol, que sus días volviesen a ser calurosos y frescos a la vez como eran antes. Cuando la luz inundaba su vida y ella se dejaba llevar por aquella luz fuerte y radiante que la llenaba de energía.

Un pasado reciente, pero que a ella le parecía lejano en el tiempo, como si ahora viviese en otra dimensión y todo aquello perteneciera a un pasado muy, muy lejano.


                                                                  Paula Cruz Gutiérrez.


jueves, 24 de agosto de 2017

dOCE hORAS.



Tras una noche calurosa amanece fresquito en Madrid. Me despierto temprano y bajo las persianas. 

Hoy tengo otra prueba más de esas muchas que me están haciendo éste año. Pruebas y más pruebas que antes de tener  cáncer no sabía ni que existían. Imagino que me ocurre lo mismo que a otros muchos enfermos. Vamos conociendo nombres a cual más raros, que antes nunca habíamos oído nombrar. 

Con paciencia vamos pasando por los diferentes mostradores, enseñando un volante tras otro y esperando recibir instrucciones. Estas algunas veces tardías, como las de hoy. Nos hemos venido los cuatro al hospital para hacerme la prueba que me tocaba hoy, porque no teníamos con quién dejar a los niños. Mi marido se ha quedado jugando con ellos y yo, me he ido al mostrador correspondiente. 

Una vez dentro de la sala y tras inyectarme el contraste me dicen que debo permanecer doce horas alejada de mujeres embarazadas y de niños menores de siete años. Entonces pienso en voz alta: ¿Y qué hago con los míos, me los como con patatas?, a lo que el enfermero me responde que si me acerco puedo contagiarles la radiación. Y me dice que igual que si los llevo a la sierra de Madrid y los dejo atados toda la noche a una de las piedras radiactivas que hay.

Cómo? No puedo evitar mirarlo con cara de poker. Acaso tengo cara de tonta?. Madre mía!!!!

Menos mal que los niños aunque son pequeños son conscientes de la situación y se adaptan a lo que sea necesario. 

Va transcurriendo el día, van pasando las horas.

¡Son las once de la noche, ya podéis venir a darle un fuerte achuchón a mamá!. 

Por fin acabaron las doce horas!.


                                                                       Paula Cruz Gutiérrez.

miércoles, 23 de agosto de 2017

sIN uN pELO dE tONTA.




¿Como explicar la sensación que siento al acariciarme la cabeza y tocarme el cabello?

Hasta ahora, al tocarme acariciaba la piel suave del cuero cabelludo sin más. Hace unos meses que se me volvió a caer el pelo cuando retomamos los ciclos de quimioterapia. Desde entonces he estado sin cabello, cubriéndome la cabeza con pañuelos de colores o con diademas de fieltro que me he ido cosiendo y con otras de ganchillo que me regaló mi amiga Rosa. Al final, he conseguido reunir una pequeña colección.

Y aunque la ausencia de cabello en la cabeza me molestaba, he llevado peor el hecho de no tener cejas ni pestañas. Las cejas se fueron cayendo poco a poco a la par que el cabello y tener un rostro sin cejas que enmarque los ojos queda realmente feo. Me compré unos lápices para pintármelas pero el efecto no es exactamente el mismo.

Por otro lado, no me había dado cuenta de que se me habían caído las pestañas de nuevo hasta que el día de la graduación de mi hijo, me las fui a pintar y vi que no había quedado ni un solo pelo. 

La vez anterior que me salió el cabello en el mes de marzo, me salió rizado. Y me gustaba mucho tener la cabeza cubierta por tanto rizo, además de dio una ventolera y me teñí de color azul. Con lo cual, mi cabeza era completamente diferente.

Ahora que me sale de nuevo, está saliendo liso, como el mio. Espero que ya sea el definitivo, porque con el tratamiento nuevo que me están administrando no tendría porqué caerse.

Este es otro proceso por el que tenemos que pasar obligatóriamente. Sabemos que es así, pero cuando ocurre por regla general nos afecta bastante anímicamente. Es una señal clara de nuestra enfermedad y nos delata frente a los demás. Y frente a ello cada enfermo lo afronta a su manera, utilizando peluca o pañuelos.

Pero como todo en la vida, es cuestión de cómo nos lo tomemos. Aunque al principio sea difícil, es cuestión de pensar que es una situación transitoria, que cuando terminemos con los fuertes tratamientos de quimio el pelo volverá a su lugar. 

¿Además a quién no le apetece estar una temporada sin tener que depilarse?

                                                                  

                                                                        Paula Cruz Gutiérrez.



domingo, 20 de agosto de 2017

¿eMPaTiZaMoS?.


Para que la cosa situación sea llevadera, detrás de un gran enfermo siempre ha de haber un gran cuidador. Y al igual que el cuidador intenta en todo momento ponerse en la piel del enfermo para saber cómo se siente o qué necesita éste, creo que el enfermo a menudo ensimismado en sus propios pensamientos no empatiza lo suficiente con la persona que tiene al lado y que le atiende día y noche.

Por mucho que lo intente, para el cuidador debe ser increíblemente difícil por no decir imposible, ponerse en el lugar del enfermo. Aunque pase las veinticuatro horas del día a su lado y conozca cada uno de sus síntomas y dolores. 

Desafortunadamente, estamos acostumbrados a prestar la mayor parte de nuestro tiempo e interés en saber cómo se encuentra el enfermo y raramente nos preguntamos cual es el estado del cuidador. Esa persona que vive en la sombra la enfermedad de su compañero o compañera y que además de atenderla, tiene que superar sus miedos y problemas. Siempre atento, siempre intentando transmitir tranquilidad para que el enfermo no se preocupe, aunque en el fondo esté realmente muerto de miedo.

El cuidador es también el que debe lidiar con las visitas y con las preguntas inoportunas que ciertas personas realizan. 

Hay cuidadores que tienen suerte de tener personas a su lado que se preocupan por su bienestar, pero también los hay que se encuentran a solas con el enfermo, cargando sobre sus hombros todo el peso de la enfermedad. En éstos casos, es importante que el cuidador no base todo su día a día únicamente en el cuidado del enfermo, sino que ha de buscarse otro tipo de actividades que le hagan distraerse.
Porque si no es así, al final, terminan cayendo enfermos ellos también. Máxime, cuando la enfermedad es grave y el tiempo de convalecencia se alarga en el tiempo. 

Si al final el enfermo se recupera, habrá sido una batalla ganada a medias. Pero si por el contrario el enfermo fallece, la sensación que le quedará al cuidador será la de no haber podido hacer lo suficiente para cambiar el final de la historia. Es muy fácil entonces que los remordimientos se apoderen de él, aunque no tenga motivos para ello.

El camino del cáncer es un camino difícil y nadie debería recorrerlo solo. Es necesario tener una persona de apoyo y referencia para los momentos malos. Y si el enfermo y el cuidador consiguen unirse, la unión será un tandem perfecto. Que ayudará a ambos por igual.


                                                                        Paula Cruz Gutiérrez.

jueves, 17 de agosto de 2017

Los Buenos Profesionales.






Que mi ginecóloga se emocione con mis palabras y que yo me emocione con las suyas, no es muy común.

Porque creo que habitualmente los médicos están acostumbrados a que los pacientes se quejen en vez de darles las gracias.

Con el cáncer nos ha tocado recorrer un camino largo y difícil. 

Durante este caminar nos encontramos con mucha gente diferente.

Es cierto que unas personas son más cuidadosas que otras y que unos profesionales empatízan más que otros con los enfermos, pero en el trayecto siempre nos encontramos con gente buena que nos ayuda, a sobrellevar este duro trance, con todas sus operaciones y tratamientos.

Hoy quiero abogar porque nos acostumbremos a darles las gracias a todos aquellos profesionales que nos tratan con cariño y respeto. Al fin y al cabo, somos muchos los pacientes que pasamos por sus manos y no todos somos iguales.

Éstas personas nos hacen más llevadero el proceso.

                                                                     Paula Cruz Gutiérrez.

martes, 15 de agosto de 2017

Gracias a todos los implicados en mi recuperación.


Cuando uno está enfermo y acude al médico para que lo observe y le diga qué le ocurre, siempre espera encontrar a los mejores profesionales para que le atiendan. Desgraciadamente no siempre ocurre así. Hay ocasiones en las que sales del centro médico o del hospital tan perdido como entraste.

Cuando empecé a estar enferma el año pasado me ocurrió a mí. Acudí a mi hospital de referencia y allí el médico que había de guardia me envió de vuelta a casa, diciéndome que no tenía nada, sin hacerme ninguna prueba.

Posteriormente tuve la suerte de poder acudir al hospital de mi seguro médico privado y allí la cosa cambió.

Desde el primer momento en el que llegué, todos los profesionales sanitarios se volcaron en descubrir qué me ocurría. Y a medida que me iban haciendo pruebas y la cosa se complicaba allí estaban ellos, todo amabilidad para ayudarme.

He encontrado el mejor cuadro médico que podía tener. Médicos, enfermeras y enfermeros, celadores, etc, todos ellos han sido y son en todo momento, personas cercanas que me ayudan siempre con una sonrisa. Profesionales que nos han explicado siempre la gravedad de la situaciones y cómo han ido desarrollándose los acontecimientos.

Doy las gracias al equipo de la UCI, porque durante el tiempo que estuve allí, me hicieron más amena la estancia con sus bromas y sus sonrisas. A pesar, de que fueron momentos muy duros, ellos me los hicieron más llevaderos. Cuando te encuentras tan mal, agradeces enormemente que te traten con cariño.

Gracias al equipo de Oncoginecológia por su trabajo y su apoyo. Mi agradecimiento especial para la doctora Belén Lampaya, por su profesionalidad y su dedicación sincera, porque cuando uno trabaja en lo que le gusta lo transmite a los demás. Ella es mi Angel de la Guarda.

Gracias también al equipo de Oncología, desde Isabel en la recepción, pasando por el equipo completo de enfermería y a los doctores. En particular al doctor Pedro Salinas por su ayuda, por recibirme siempre con una sonrisa y dos besos, que parecen aliviar un poco la dura experiencia vivida. Por explicarme las cosas, los tratamientos y pasos a seguir y por darme ánimos.

Mil millones de gracias a todos, porque sin vuestro trabajo hoy yo no podría estar aquí escribiendo éstas palabras.

Gracias de nuevo a todos los profesionales del Hospital Universitario La Zarzuela de Madrid.

Os deseo que siempre seáis felices.


                                                                          Paula Cruz Gutiérrez.


sábado, 12 de agosto de 2017

vIVIR a Mi mANERA.



Un 12 de Agosto la vida me hizo un requiebro. Recibí una noticia dura y difícil de digerir. Aquella mañana una doctora de ojos marrones y sonrisa sincera, me dijo que tenía un cáncer de ovario en estado muy avanzado. Con mucha calma, nos fue explicando mil cosas, que nosotros no alanzábamos a escuchar. Nos quedamos atascados haciendo el intento de aceptar la noticia.

He intentando digerirla vinimos todo el camino de vuelta a casa, 150 km. en silencio. Cada uno ensimismado en sus pensamientos y atrapado en sus propias emociones.

Y cuando conseguí hilar dos pensamientos, pensé qué sería de mis hijos si yo no estaba, y decidí que eso no podía ocurrir.

No hubo más remedio que sumergirnos en el maremagnun de pruebas, operaciones y tratamientos que los médicos consideraron oportunos. Y con todo ello continuamos a día de hoy.

Desde aquel día de agosto, la vida me ha ido indicando el camino a seguir, unos días con más claridad y otros con menos. Pero lo importante es que he estado ahí, atenta a las señales de humo que me llegaban. Y cada mañana me dejo llevar por el día, haciendo lo que el cuerpo me permite o lo que me apetece en ese momento. Hay muchas cosas que antes me gustaban y que ahora ya no me interesan y por el contrario, he descubierto otras muchas cosas a las que antes no les prestaba atención y ahora me gustan.

Aquél requiebro me ha enseñado y traído nuevas oportunidades de vivir.

A veces pasamos por la vida de puntillas, como queriendo no hacer ruido. Eso es un gran error porque cuanto más ruido hagamos más vivos estaremos. Vivir sin más ataduras de las estrictamente necesarias. Ver dónde estamos, mirar hacia dónde queremos ir y dejar atrás aquello que nos atrasa. Escuchando siempre las señales que la vida nos envía, que además pueden venir en el momento y de la manera más inesperada.

Lo importante es vivir. No lo olvidéis nunca.


                                                                                                              Paula Cruz Gutiérrez.


                                                                                            

martes, 8 de agosto de 2017

rELLENANDO lA pLAYA



Mi estancia en la UCI dejó mi playa vacía y sin arena. Mi cuerpo quedó varado con grandes dificultades motoras. Aunque han pasado ya seis meses desde mi salida del hospital, continúo con ellas. 

Además de que perdí toda la masa muscular por estar tanto tiempo inmovilizada, se han ido sumando los efectos secundarios de los tratamientos oncológicos, que no han favorecido mucho mi recuperación. 

A día de hoy sigo sin tener demasiada fuerza en piernas, brazos y manos, camino con dificultad y me canso rápidamente. 

Me cuesta mucho trabajo sentarme y levantarme y si por casualidad me pongo de rodillas, no puedo levantarme sin ayuda. Esta flojedad en las piernas también me impide conducir.

En las manos además de la fuerza, perdí toda la precisión, algo fundamental para realizar mi trabajo. He tenido que aprender a comer de nuevo, primero con una cucharita de postre y después con una cuchara sopera. Me costaba mucho trabajo utilizar el tenedor y el cuchillo, que aún no manejo bien. No puedo cortar nada que sea un poco duro, como la corteza de melón y tampoco puedo pelar la fruta o una patata, porque me resulta imposible asir el cuchillo y hacer fuerza al mismo tiempo para cortar.

Frente a este panorama tan alentador yo no me doy por vencida. Cada día intento ir rellenando algún hueco, unos días con piedrecitas y otros con arena. 

Por eso, aunque no puedo subir ni bajar las escaleras intento evitar subir por el ascensor si voy a un primer piso.

Con las manos ocurre lo mismo, intento hacer todo aquello que veo que puede ayudarme. Se me olvidó escribir y estoy volviendo a aprender, aunque aún lo hago mal, y con el ordenador intento teclear bien aunque me falte fuerza en los dedos para pulsar las teclas. La escritura para mi se ha convertido tanto en una terapia física como psicológica. 

He comenzado a hacer pequeñas cosas con fieltro, objetos como diadémas (para adornar mi cabeza sin pelo) o ratoncillos para que mis hijos metan los dientes cuando venga el Ratoncito Pérez.

Son trabajos sencillos que no necesitan gran precisión ni puntadas finas. Pero que me sirven para ir recuperando poco a poco las manos, porque veo muy difícil volver a recuperar todo lo que he perdido a medio plazo. 

A la espera de que mi recuperación llegue algún día, yo voy poniendo mis granitos de arena, a ver si consigo rellenar la playa entera.


                                                                       Paula Cruz Gutiérrez.

mIS mARCADORES tUMORALES.


Esos marcadores que bajan y bajan sin parar a ritmo de samba van.

Al comienzo del proceso, mis marcadores tumorales recibieron la primigenia orden de desaparecer. Como fue una orden expresada en firme y con todo mi amor, han obedeciendo y van desapareciendo poquito a poquito. Porque a lo largo de éstos meses no han recibido otra contraorden que les indique lo contrario.

De niveles muy elevados, he pasado a niveles muy bajos y dentro de lo que puede considerase normal en una persona sana.

Podemos decir que los niveles son unos chicos listos y muy obedientes. Han ido desapareciendo con su ritmo particular, al principio fue un baile muy rápido y después más pausado.

Igualmente de obediente ha sido el cáncer, aunque en su caso haya necesitado un pelín más de ayuda. Pero lo importante es que al final también ha ido desapareciendo, hasta hacerlo casi completamente. Su ritmo ha sido más bien el de una balada, lenta pero segura y llena de amor.

Así pues, éste año voy moviéndome entre diferentes estilos, estoy aprendiendo bailes de salón. Cada día y según me levanto, elijo el baile que a mi cuerpo le apetece bailar y me dejo llevar.

Aunque he de reconocer que tener como compañero de viaje al cáncer es un tanto particular.

                                            
                                                                          Paula Cruz Gutiérrez.

lunes, 7 de agosto de 2017

La Piscina.


Esta tarde me he animado a venir a la piscina, no hace demasiado calor y corre un ligero airecillo que refresca al pasar.

Ante la posibilidad de no poder levantarme del suelo si me siento en una toalla, me he sentado en una silla de la terraza del bar. Mi único acompañante es un granizado de limón, aunque si he de ser sincera, debería decir que el hielo del granizado, porque ha venido mi hijo y se lo ha bebido todo.

Hasta aquí me llega el bullicio incesante de los bañistas. Muy cerca se encuentra la zona donde se bañan los niños, incansables en su ajetreo y griterío.

Los niños juegan con otros niños a zambullirse y a ver quién salpica más, mientras los adultos de alrededor intentan que los juegos no les molesten demasiado.

Desde aquí puedo ver también a mi marido mientras vigila a nuestra hija que se tira de cabeza una y otra vez.

Me gustaría que me gustara bañarme, para poder acompañarlos y divertirme con ellos, pero una extraña e irracional fobia a que se me moje la tripa me impide meterme en el agua.

La brisa me trae el olor a cloro.

Desde mi perspectiva la piscina es como un enorme hormiguero multicolor en el que cientos de cabezas se mueven de un lado a otro, mientras las palomas sobrevuelan la piscina para posarse en los árboles cercanos. 

Observo tranquila y sin prisa, como quien no tiene nada importante que hacer como no sea descansar y disfrutar de los suyos.

Mi segundo granizado se ha terminado,  creo que es hora de irse a casa.

                                                                                                     Paula Cruz Gutiérrez.

domingo, 6 de agosto de 2017

eSToY aQuí, JuSTo aL LaDo...

Esta semana mi amiga Pilar publicó en su blog "Carreteras secundarias" este texto de mi marido. Gracias a ambos.



Hace un tiempo la pareja de Paula, a quien ya conocéis en este blog, escribió un texto como comentario a una entrada. Aunque mucha gente ya lo habrá leído, no me resisto a ponerlo en primera fila, en el escenario también, para que destaque desde el patio de butacas. Porque son los pacientes los protagonistas pero, muy al lado, comparten vida con los grandes cuidadores. Gracias Julián Díaz-ufano.
DESDE EL OTRO LADO

Buenos días desde ese "otro lado" de la enfermedad.

La verdad es que no es ningún sacrificio estar ahí al lado; todo lo contrario, es una NECESIDAD...

Somos muchos los cuidadores que nos sentimos reflejados en este lado; y seguro que una inmensa mayoría sabemos a quienes tenemos que agradecer el que también, en cierto momento, se hayan ocupado de nosotros.

Es necesario tener un apoyo, un hombro, un pañuelo a mano porque si no, te vas abrazando a lo primero que pillas. Yo por ejemplo en algún momento me tuve que abrazar a un árbol (no sé dónde escuché que así encontrabas algo de paz, y así fue).

No sé si a algún@ otr@ cuidador@ le habrá sucedido lo de encontrar consejos como:"tienes que descansar"… y desde aquí abogo por el descanso y la buena alimentación (aunque sean 5/6 horas de sueño y un sándwich de la máquina), pero también es necesario el buen sabor de los besos de tus hij@s y sus abrazos, que para mí y para Paula, en todo el proceso están siendo un pilar básico para decirnos: "TENEMOS QUE CONTINUAR", no vale rendirse...

Gracias a la Vida por las oportunidades que nos pone a lo largo del camino para superarnos y crecer desde dentro.

Gracias a todas las personas de buen corazón, que sin saber nada de tu situación te ofrecen todo su apoyo.

Gracias a los que desinteresadamente te cogen de la mano y te sacan a pasear o a comer.

Gracias a mis hijos, que sin saberlo ni quererlo, están siendo el pilar donde apoyar la palanca de la recuperación de Paula.


Gracias a ti que lees esto, porque compartiéndolo estoy seguro que algo de luz entrará en alguna habitación oscura de por ahí.

SEGUIREMOS JUNTOS, UN SOLO CORAZÓN...

sábado, 5 de agosto de 2017

lOS gRANDES vIENTOS.




Con los años he aprendido que los vientos viajan sin cesar. Unas veces se muestran huracanados, mientras que otros son simples murmullos que nos acercan dulces voces cercanas a veces y más lejanas en otras. El aire, el viento, la brisa, siempre forman parte de nuestras vidas, aunque nosotros no les prestemos atención en la mayoría de las ocasiones.

Estos vientos, bagan recorriendo el mundo, vigilantes, analizando a las personas al pasar, sabiéndose sabios. Por eso, cada cierto tiempo vuelven cargados de nuevo con voces que se perdieron en el recuerdo y que tal vez nunca debieron olvidarse.

Esta semana volvieron los vientos calurosos del mes de agosto. Sin darnos una pequeña tregua frente al inmenso calor.

Vinieron cargados de dolores, de malestar general y de tensiones arteriales alteradas, pero también me trajeron las voces susurrantes de dos antiguos amigos a los que los mismos vientos se llevaron hace mucho tiempo. 

La primera de las voces venía cargada de recuerdos agradables, de fiestas y conversaciones al anochecer, de risas y de cervezas sentados en un banco del parque o de salidas por el barrio de Malasaña con la música de A-ha a todo volumen por las calles de Madrid.

La segunda voz por el contrario, venía mezclada con recuerdos desagradables del pasado en el pueblo.

Pero los vientos con su eterna sabiduría me pidieron que la escuchara. Y lo hice de manera pausada, como quien abre una caja de regalo con cautela, sin saber qué se encontrará en su interior. Mi corazón aliado de los vientos me dijo que no temiera que hacía lo correcto. Y así fue cómo me reencontré con un conocido al que yo apreciaba hace muchos años, un joven bonachón, sonriente y muy educado por aquel entonces. Tras abrir la caja descubrí que después de tantos años sin vernos no ha cambiado mucho.

Le doy las gracias a los vientos porque con sus incesantes viajes siempre vienen cargados de amor, da igual del que sea porque hay mil clases, una para cada uno.

Sed flexibles y dejad que los vientos entren y salgan en vuestras vidas, porque con ellos descubriréis y aprenderéis muchas casas.



                                                                         Paula Cruz Gutiérrez.

miércoles, 2 de agosto de 2017

Los Amigos Son...




Los Amigos habitan en el rincón del corazón donde viven los Sueños y las Sonrisas Sinceras, los Apoyos Mutuos y el Amor Desinteresado. Donde los rencores no existen y los apoyos son incondicionales. Ese lugar llamado Amistad que sobrevive con el paso del tiempo, que forma un fuerte vínculo que nos une con un hilo invisible, pero duro como el acero. 

Los Amigos son aquellas extensiones nuestras que comparten nuestros gustos y nuestra manera de pensar. No nos juzgan ni buicotean nuestros planes. Siempre se alegran de nuestros triunfos y nos apoyan cuando las cosas no nos salen bien. Nuestros caminos van unidos, siendo caminos de doble sentido porque unas veces nos toda dar y otras recibir. Ese es el trato implícito que tiene la amistad sincera.

Los Amigos, son aquellas personas de las que te acuerdas, cuando escuchas una canción o lees unas palabras, entonces te vienen a la memoria y sonríes. Sonríes porque la mente te trae algún recuerdo común y con él, el corazón se te ilumina.
                                                                                                                                                                    Cada uno de ellos ocupa un hueco importante en nuestra vida, porque en nuestro corazón caben todos. Da igual si nos vemos a menudo o si pasan mil años sin vernos, nuestra amistad se mantiene fiel como el primer día. Incluso aquellos que volaron y ya no podemos ver siguen teniendo su lugar en nuestro recuerdo.

Gracias a ellos, crecemos como personas. Juntos hablamos, reímos o lloramos según lo necesitemos, unidos como juncos mecidos por el viento.

Y como juncos seguiremos a delante, meciéndonos según quién nos necesite en cada momento.



                                                                         Paula Cruz Gutiérrez.




martes, 1 de agosto de 2017

pARA mIS hIJOS.





Dame un abrazo sincero.
Dame un achuchón de esos que te estremeces por dentro.
Déjame acariciar tu suave piel.
Déjame ver lo que piensas a través de tu mirada.
Eres mi pequeño ángel, mi anhelo y mi tesoro.
Déjame trenzarte el cabello.
Cómo me gusta acariciarte y escucharte decirme: mamá sigue.
Escuchar tu voz y tu risa son mi música y mi bendición.
Cuanto disfruto durmiendo a tu lado, pegaditos y en silencio.
No cambiéis nunca mis tesoros, yo siempre estaré aquí para cuidaros.
Hasta mañana, que descanséis bien y que soñéis con los angelitos.



                                                                                                     Paula Cruz Gutiérrez.