martes, 30 de octubre de 2018

SoBRe La HieRBa.

Este texto lo escribí este verano, hoy lo comparto con vosotros.



Es la hora de la siesta, el calor aprieta y la morriña nos acecha. Los niños dormitan sobre unas toallas.

Tumbada sobre la hierba en el borde del río, intento concentrarme en la humedad que sube por mi espalda, en el rumor del agua y en el trinar de los pájaros.

Observo cómo pasan las nubes; con mis manos toco las hojas alargadas y ásperas del césped, junto con las hojitas planas y redondeadas del trébol. Cada hoja con una forma, con su tamaño y su propia textura.

Sobre nosotros, el cielo parece acercarse por momentos, el color azul está jaspeado de tonos blancos, parece un puzle compuesto por pequeñas nubes que lo surcan.

Puedo ver como vuelan las golondrinas, en su ir y venir comiendo insectos. Más arriba en una corriente de aire, nos sobrevuelan una grupo de buitres, planeando en giros casi imposibles.

Necesitábamos salir de la rutina diaria. Ha sido lo mejor decisión que podíamos tomar, aunque confieso que mi energía últimamente ha disminuido de manera considerable.

Estamos haciendo turismo de manera tranquila. La serranía de Cuenca es un lugar para visitar despacio.

De guía turístico llevamos a mi marido, se conoce bien la zona y disfruta enseñándonosla. Este viaje es una excusa para reencontrarse con gente a la que hacía años que no venía. Ya que antes de conocernos, trabajó aquí durante cuatro años.

Cierro los ojos y me dejo llevar por el rumor del agua.




                                                                       Paula Cruz Gutiérrez.


viernes, 26 de octubre de 2018

HaBLeMoS.

Ayer acudí de nuevo al hospital. Hace tiempo que dejé de ir a hablar con la psicooncóloga porque con la que había, no me entendía demasiado bien. Cuando pierdo la confianza en alguien me cuesta mucho recuperarla y la mayoría de las veces no lo hago. Han sido muchas las personas que han pasado por mi vida y no siempre he acabado bien con todas. Si bien es cierto, que a día de hoy aunque me hicieran mucho daño, no las quiero, pero tampoco les deseo nada malo. De todo se aprende y cada uno ha de seguir su camino. 

Durante éstos dos últimos años mi ocupación principal ha sido curarme. Ahora que el cáncer ha desaparecido he de seguir recuperándome de las fuertes secuelas que me ha dejado y al mismo tiempo pensar en qué reciclarme. 

Obviamente mi estado físico no me permite hacer demasiadas filigranas, de momento me he inscrito en el centro cultural a clases de yoga y a un taller de escritura literaria. 

Pero necesitaba hablar con alguien para que me ayude a expulsar a todos esos fantasmas que me acechan y me intranquilizan. Indudablemente lo peor ya pasó y como suele decirse lo mejor está por llegar, por eso deseo tener la mente lo suficientemente clara para poder escuchar las señales del camino.

Comienzo un nuevo ciclo, en otra ciudad y buscando otras motivaciones que me llenen y me hagan feliz. En mi ánimo está buscar la forma de ayudar a otros enfermos, no sé si adultos o niños. Esta es una de las decisiones que he de tomar, porque sin duda el discurso será muy diferente.

Y sé que lo importante no es el lugar dónde te encuentres, sino cómo afrontes todo aquello que te toque vivir.

Aquietad vuestro interior y sed felices.


                                                                       Paula Cruz Gutiérrez.

martes, 23 de octubre de 2018

VueSTRo MáSTiL.

No dejas de emocionarme. Hablas del mástil que te sujetaba. ¿Has pensado en la gente a la que tú apuntalabas, aún en los peores momentos de la enfermedad?. A mí la primera...
                                                   Conchi. (Mi ángel de la UCI).



Es cierto que ese mástil mio, estaba sujeto por muchas personas que con su ánimo me ayudaban. Pero no es menos cierto, que ese mismo mástil también era suyo porque les servia de apoyo personal. 

Esas enseñanzas que la enfermedad me iba transmitiendo día a día, yo las iba plasmando en mis textos. Mis palabras han viajado por todo el mundo y a cambio, he ido recibiendo mensajes de apoyo y agradecimiento.

Lo que cada uno haya ido aprendiendo o no a lo largo de éstos dos años, tan solo lo sabéis vosotros. Yo me he limitado a transmitir lo que mi cuerpo sentía y mi mente pensaba.

Me hace muy feliz que todo lo acontecido nos haya servido para replantearnos nuestras creencias y así hacernos crecer como personas. Para saber que somos algo más que nuestros pensamientos, que podemos llegar a conseguir todo aquello que nos propongamos si somos positivos, que si lo deseamos, podemos ser felices aún en los peores momentos. Recuerdo los días de la enfermedad como los más felices en los últimos años, aunque tuviera que lidiar con un cáncer terminal y el dolor me derrotara muchos de los días.

Gracias por estar ahí, por acompañarme en éste tortuoso camino por el que la vida me ha enviado. 

                                                                        
                                                                         Paula Cruz Gutiérrez.


viernes, 19 de octubre de 2018

NueSTRo aPoYo.





Una vela necesita viento para poder hincharse, pero también necesita estar fuertemente amarrada a un buen mástil. De la misma forma que éste, necesita estar anclado en un buen barco para no caerse. 

Ese mástil al que tan fuerte nos aferramos, es siempre a la persona que más cerca tenemos.

Para un enfermo es muy importante tener al lado a una persona en la que apoyarse, aunque a veces esa convivencia no se desarrolle de la manera más sencilla. Son muchos los malos días y los desalientos. Pero también son muchos los buenos momentos,  las superaciones y los retos. 

Gracias a ese apoyo he podido hincharme con los nuevos vientos. En nuestro caso, lo más importante es que nuestro barco ha sabido sortear las fuertes olas del temporal que nos azotó, tormenta que llegó de improviso y que nos obligó a cambiar de rumbo y sortear las fuertes olas que nos inundaban. Hemos conseguido que tanto nuestra familia como nuestros amigos permanezcan a bordo, eso sí, algunos con fuertes mareos. Pero continúan ahí, apoyándonos como el primer día.


Entre los retos de la tormenta, el mar siempre nos trae tablas a las que aferrarnos, tablas conocidas o desconocidas que aparecen de pronto trayendo luz.

Nosotros continuamos llevando a bordo a esos dos pequeños botes que son nuestros hijos, creciendo y amenazando con capitanear el barco cualquier día de éstos.

El tiempo y la mar nos están llevando a un puerto seguro.






                                                                                                 Paula Cruz Gutiérrez.

jueves, 11 de octubre de 2018

El Port Cath.

                       Resultado de imagen de fotos port cath

Y volví a encontrarme frente al reloj azul, aquél que contemplé durante el tiempo que duró la colocación del port cath en mi pecho. Mis venas se habían estropeado a causa de los ciclos de quimioterapia y era necesario implantarlo para seguir con el tratamiento. A pesar de que los médicos eran reacios a ponérmelo, porque podía producir coágulos pulmonares y con mis antecedentes había que tener mucho cuidado.


Tras la última revisión en la que todos los resultados eran satisfactorios y se apreciaba que el cáncer había desaparecido para nunca volver, el doctor me aconsejó que me quitara el reservorio. Primero porque ya no lo iba a necesitar y segundo porque psicológicamente me iba a ayudar a olvidarme de la enfermedad.

El lunes a media mañana volví a entrar al quirófano donde quince meses antes me habían implantado el dispositivo. Así pues, me encontré de vuelta en el mismo quirófano, con el mismo doctor, el mismo equipo y el mismo reloj. 

Cuando el doctor procedió a inyectarme la anestesia local me dolió tanto que me eché a reír. Sentía como si me cortase con el bisturí a sangre fría.

Si a priori, prometía ser una tarea fácil y mucho más rápida que la vez anterior, no fue así. El porta parece que había desarrollado algún tipo de fibrosis junto con mi organismo y no había manera de extraerlo. Por más que el doctor estiraba de él, mientras una enfermera me sujetaba la cabeza. Pero no había manera de sacarlo. El equipo me preguntó en varias ocasiones si necesitaba más anestesia, a lo que respondí que no. Aunque sí les comenté que la situación era muy desagradable. 

Tumbada con los ojos cerrados bajo aquel foco infernal, me imaginaba que el porta se había convertido en una especie de pulpo que se asía fuertemente a mí con cientos de ventosas.

Tanto me hurgaban, estiraban y apretaban que les pedí muy amablemente que si encontraban petróleo me lo comunicasen. Obviamente todos se echaron a reír y me dijeron que sí. Una lástima que al final no lo encontraran.

Como pasaba el tiempo, respiré profundamente y decidí despedirme de él dándole las gracias por su ayuda. Fue entonces cuando el doctor decidió agrandar el hueco que había hecho anteriormente con el bisturí y así de ésta manera poder sacarlo al fin. 

Conclusión: tengo el doble de puntos que la vez anterior. Costura que le costó más trabajo hacer porque aún tengo la musculatura y la piel más laxa de lo habitual, ya que aún no he recuperado toda la masa muscular que perdí en la uci. Ahora a esperar a ver qué tal me queda el "bordado". Tengo puntos de hilo, pegamento para unir y puntos de papel, todo ello tapadito con una gasa, por la que sobresale un amplio hematoma de mil colores.

He de confesaros que cuando pase el dolor y me retiren los puntos lo único que me quedará será DESCANSO. Durante éstos meses ha sido un auténtico incordio. Durante la intervención el doctor me comentó que lo ponen en el mismo sitio por estética, ahí no se ve, pero yo hubiera preferido que se viera (de todas formas lo hacía) y que me molestara menos.

Ahora podré volver a dormir boca abajo, ponerme un sujetador o un vestido con tirantes sin que me roce o llevaré el cinturón de seguridad o el bolso cruzado sin que me moleste. Cuando mis hijos vengan a abrazarme ya no me clavarán la barbilla en el dispositivo, ni me picará ni me dolerá como lo hacía. 

Por otro lado, su retirada significa que mi enfermedad ha pasado. A partir de ahora tendré que llevar a cabo las revisiones oportunas, pero nada más.

Podré seguir contando mil batallas más!.



                                                                         Paula Cruz Gutiérrez.






domingo, 7 de octubre de 2018

Quién soy yo.


Existe una teoría que nos explica que cuando un cuerpo está enfermo, necesita empeorar su estado general  para poder sanarse.

Esto parece ser que fue lo que me ocurrió a mí. Mi cuerpo optó por colapsarse por completo, para volver a reiniciarse desde cero después. Todo mi organismo se paró a la espera de nuevas órdenes, todo, salvo mi mente y mi corazón que siguieron funcionando.

Durante el tiempo que permanecí inconsciente, puede ver cómo trabajaban los miembros de la UCI. Incluso reconocí varias de sus caras al despertar, cuando yo no los había visto nunca.

La cuestión que os planteo es la siguiente: si yo estaba inconsciente y tumbada boca arriba en la cama, ¿cómo es posible que pudiera ver al personal y no solo el techo?, ¿no sería algo imposible?.

Sin embargo, yo tuve siempre una visión frontal, los veía de frente, cómo trabajaban, entraban o salían de la sala.

Recordaba todo ésto, pero no había caído en éste detalle, hasta que en agosto hablando con una persona me preguntó: ¿Y desde qué punto los veías?.

Ahí me di cuenta de que una persona que está tumbada y sedada es impensable que pueda ver lo que ocurre a su alrededor. La única explicación plausible a esta cuestión, es que para poder verlos de frente, parte del tiempo debía estar fuera de mi cuerpo.

En ese momento fue cuando uní todas las piezas del puzzle. Me percaté de que yo soy yo, un alma o un ser que habita éste cuerpo. Pero no soy el cuerpo.

Pensaréis que estoy loca, pero yo lo tengo muy claro.



                                                                          Paula Cruz Gutiérrez.

martes, 2 de octubre de 2018

Tener Fé.

                            Imagen relacionada

Cuando oímos hablar de Fe, siempre lo percibimos bajo connotaciones religiosas. Nuestra cultura judeo-cristiana nos ha inculcado que tener fe es confiar ciegamente en Dios.

Pero la palabra FE es mucho más amplia y engloba muchas más cosas que la adoración a un dios u otro.

Está bien creer en un ser superior pero según mi punto de vista, cada ser humano debería tener una fe ciega primero en sí mismo. En que serás capaz de llevar a cabo todo aquello que te propongas, da igual si a ojos de los demás es algo normal o algo completamente extraordinario.

Creer en uno mismo es la puerta de entrada para ser feliz, no porque sea la panacea, sino porque estar contento con uno mismo y ser coherentes nos ayuda a tener una mayor claridad mental para seguir haciendo las cosas que nos gustan y con las que disfrutamos.

Esto nos facilitará la resolución de los problemas desde otra perspectiva, buscando posibles soluciones. Algo que nos hace crecer como seres humanos.

Aprendamos a querernos a nosotros mismos y a creer en nuestro poder interior. Así seremos libres para creer si así lo deseamos en un poder superior. Pero sabiendo siempre que nunca debemos buscar fuera, porque ese poder ya está en nuestro interior.

La teoría del Holograma nos dice que "El todo contiene a la parte y la parte contiene al todo".


                                                                       Paula Cruz Gutiérrez.