domingo, 10 de marzo de 2019

Volar tras el Ave Fénix.



Tras los acontecimientos acaecidos en estas dos últimas semanas, es hora de levantar el vuelo de nuevo.

Puede que por el momento mis pies no consigan levantarse mucho del suelo, pero lo importante es empezar a volar aunque sea en vuelo rasante.

La vida es así, a cada tropiezo le sigue un levantamiento. Porque si no ocurre de este modo, nos quedamos anclados al pasado y al dolor. Algo que nos impide vivir en mayúsculas, disfrutamos de las cosas buenas que la vida nos ofrece todos los días.

Es muy cierto que nos ocurren cosas dolorosas, pero todo forma parte de nuestro aprendizaje, para conocernos mejor a nosotros mismos y a los demás.

Es hora de levantarse y seguir VIVIENDO y resucitar de nuevo cual Ave Fénix.

El mito del ave Fénix podemos compararlo con la capacidad que tenemos los seres humanos de tener resiliencia.

Carl Gustav Jung en su libro “Símbolos de transformación" nos cuenta que el ser humano y dicha ave mitológica tienen grandes similitudes. Esa criatura de fuego, es capaz de elevarse desde las cenizas de su propia destrucción, simbolizando el poder de la resiliencia. Esa capacidad que todos tenemos de renovarnos en seres mucho más fuertes.

Por su parte, Viktor Frankl, neuropsiquiatra y fundador de la logoterapia, sobrevivió a la tortura de los campos de concentración nacis.  El  explicó en sus libros que una experiencia traumática siempre es negativa, pero lo que suceda a partir de ella depende de nosotros. En nuestra mano está levantarnos de nuevo, a partir de nuestras propias cenizas y conseguir un triunfo o derrumbarnos…


Esa capacidad por renacer, por recobrar las fuerzas, a partir de nuestras miserias y de nuestros trozos rotos pasa primero por superar la fase oscura. Tras pasar por un momento traumático todos morimos un poco, con la oscuridad se va también una parte de nosotros mismos.

Porque el hombre que se levanta siempre será más fuerte que el que nunca cayó.


                                           Paula CRuZ Gutiérrez.

miércoles, 6 de marzo de 2019

Mi Ángel volador.


Al comienzo de la semana, nada presagiaba la tormenta que se avecinaba.  Cierto es, que el horizonte yacía plagado de grandes nubarrones, negros como el carbón, que nos amenazaban con descargar su agua llena de furia. Pero cuándo se producirían dichas precipitaciones era algo incierto y a la vez inquietante, porque podrían llegar mañana o dentro de un mes. 

Pero el martes después de comer llegó el huracán, que me arrasó por completo. La noticia me dejó helada. Mi mente en ese momento fue incapaz de gestionar la noticia, por eso, tras colgar el teléfono seguí con la tarea que estaba realizando. Necesité un rato para asimilar el mazazo.

Más pronto que tarde, mi amigo ha partido hacia esa dimensión de la que todos venimos y a la que todos volveremos. Aunque creo firmemente que todos tenemos nuestro tiempo y nuestro lugar aquí, hoy eso no me consuela. 

He de reconocer que el miedo a morir yo, ha sido ínfimo al lado del miedo que me producía pensar que tú podías fallecer. He llorado por ti muchas más veces de lo que lo he hecho por mí misma.

Te has ido en paz, decidiendo hasta el último momento tu destino. Hacia tiempo que deseabas marcharte para descansar.

Ahora ya vuelas liviano.

Te imagino surcando el cielo, como un águila que aprovecha la corriente de aire para subir y bajar sin esfuerzo. Esa enorme corriente la hemos creado para ti todos tus seres queridos, que te empujamos hacia arriba y te deseamos el mejor de los viajes.

Te visualizo planeando sobre las cumbres, sobrevolando las nubes, protegiéndonos desde allí arriba. Enviándonos el consuelo que nos falta para continuar sin ti.

Aquí sentada frente al enorme ojo de pez, contemplo absorta el cascarón vacío que era el cuerpo de mi amigo, me parece mentira que se halla ido. Pienso que la vida es injusta. Y me enfado con ella, porque al final nos ha separado cuando más nos necesitábamos. Me hubiera gustado poder acompañarte y ayudarte más, pero yo tenía que hacer frente a mi propio proceso. Entonces me pregunto porqué yo he conseguido superarlo y tú no. Una pregunta para la que nunca obtendré respuesta.

Hasta que volvamos a vernos seguiré con aquellas pequeñas cosas que siempre me han recordado a ti: tus carreras para darme un beso, las flores de malva, tu enorme sofá que nos engullía junto a un café, la parra de mi patio regalo tuyo en uno de mis cumpleaños, tus palabras y consejos o las canciones de cierto cantante al que detestabas.

Recordaré las cenas de ensaladas y melón con jamón sentada en el columpio del patio, o las charlas en la escalinata delantera de tu casa.

Cualquier excusa es buena, porque son tantas cosas...

Descansa en paz mi amor, vivirás eternamente en mi corazón y siempre seré tu Pauli.


                                                                         Paula Cruz Gutiérrez.