Hoy ha sido un bonito día que merecería la pena volver a
repetir,
no es por dar envidia, ni poner los dientes largos,
si no más bien, sí me gustaría compartir mi impresión de lo que ahí
hemos vivido,
podéis preguntarle a los niños,
podéis preguntarle a las 3 madres que han asistido,
o incluso Alcira que ha estado también a la altura
Podéis estar muy orgullosos de los hijos e hijas que tenéis,
yo lo estoy de la clase que me ha tocado este año,
y ellos pueden estarlo también del tutor, que no es por
echarme flores,
ni tengo ganas de quitarme mérito,
precisamente ese: que los adultos estamos para hacer mejor,
en la medida de nuestras posibilidades,
a todos aquellos que nos toca acompañar,
en esta ardua tarea de aprender a ser mayores.
Y cómo lo vamos a hacer si a veces nosotros mismos,
no sabemos ni cómo hacerlo y cómo llevarlo a cabo nuestra
propia vida
Estamos rodeados de oportunidades,
solo hace falta quitarse las gafas para poder verlas,
yo no hace mucho me las quité, y ahora veo todo más claro
y con mucho más color, al mirarlo de una manera suave y
sencilla, y alegre.
Así empezaba esta
mañana con ellos:
hemos venido aquí a
jugar a participar y a divertirnos
pero es que lo tengo así de claro para toda la vida:
Esto es un juego del que no podemos escapar,
y a ellos se les ve que están dispuestos, precisamente a aceptar
que estamos aquí para ser felices, para divertirnos;
no a costa de los otros, sino con los otros,
con los que nos han puesto al lado, con los que nos ha tocado,
y con la responsabilidad que ello conlleva.
Hemos jugado, bailado, reído y aprendido,
que no toda la sabiduría está en los libros,
sino también en un parque, donde podemos asombrarnos
con un simple huevo de pato.
Hemos aprendido que los amigos,
aunque a veces nos den la espalda,
van a estar ahí para apoyarnos;
y hemos compartido en cada juego y en cada risa,
algo de nosotros mismos, que teníamos escondido,
o quizás ni habíamos descubierto.
Hemos jugado al balón y a la comba
y a tomar el sol, incluso en los columpios que teníamos cerca,
y al final de todo hemos intercambiado las cartas,
con aquellos para quienes la tenían hecha.
Algunos me han dicho que ya os la habían dado en casa,
y otros se han sorprendido al ver que tenían también una.
Una sorpresa tan grata como las palabras negro sobre blanco
que tantas veces han oído
Y para terminar, como no podía ser de otra manera,
el colofón ha sido la lectura de la carta de una madre
a quien le había escrito su hija, en voz alta.
Y me han dejado poner la guinda
con una sencilla Moraleja qué paso compartir:
"Hijos, a partir de ahora, exigid a vuestros padres
que os premien cada vez que hacéis algo bien,
porque ya nos hemos cansado de siempre escuchar:
estás castigado,
aunque a veces no
tengamos más remedio que hacerlo,
porque así nos lo suplicáis"
"Padres haced el favor, de exigir a vuestros hijos,
que hagan alguna que otra vez un esfuerzo por hacerlo bien
y recompensádlo porque no todo está en la reprimenda,
o en el ver todo lo negro y lo mal que lo hacemos".
Por experiencia puedo decir a unos y a otros,
que en casa hemos ganado todos
cuando nos sabemos decir: gracias perdona y
qué bien que lo has hecho
papá
en vez de echarnos en cara todas nuestras frustraciones.
No tengo más que dar las gracias a aquellos que han abierto
su corazón,
es un buen comienzo,
y aunque nos haya costado una infinidad,
la satisfacción, sí ha merecido la pena.
Y si todavía nos quedan ganas de escribir,
o decir, o dar abrazos y besos, a aquellos que bien nos quieren,
pues nada, tenemos todo un puente para hacerlo
y toda una vida para no olvidarlo.
Larga y dichosa vida,
atada a todos y cada uno de los que me leéis y me escucháis.
Porque todos aquellos que pasaron por aquí antes que nosotros,
nos han mostrado el camino para ser felices.
Besos y abrazos, como si no hubiera un mañana.
@julianreligión
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