Manuel cruzó el umbral de su casa y se sentó en la vieja mecedora de madera. El balancín ya desgastado, había pertenecido a su abuelo materno, a este al igual que a él, le gustaba pasar mucho tiempo allí sentado, mientras el vaivén de la silla se acomodaba al ritmo de su corazón y de sus pensamientos.
Nuestro protagonista había pasado muchos años viviendo una vida que no le gustaba, escondido entre los edificios altos de una gran ciudad, se sentía abrumado por las prisas y el caos circulatorio.
Una noche mientras ojeaba un periódico, vio el anuncio de una casa en venta en una provincia cercana. La fotografía mostraba una casa pequeña, tal vez mínima, que tenía más pinta de corral de ganado que de vivienda, pero tenía algo que le atraía. Esa noche no durmió demasiado pensando en ella, aunque no acertaba a saber qué era lo que le llamaba la atención de aquella construcción tan rústica. Tal vez fuera la posibilidad de vivir solo en medio del campo, rodeado de hierbas, cardos y algún animal que otro. Todo lo opuesto de lo que estaba acostumbrado.
Dos años después, Manuel, se mecía tranquilamente mientras observaba el horizonte, su horizonte, porque finalmente, había comprado la casa con la tierra que la rodeaba, tanta era, que llegaba hasta que el horizonte se fundía con el cielo.
Vivía de cultivar la tierra, cosechando verduras ecológicas que vendía a particulares. Tenía lo justo para vivir cómodo y tranquilo en su paraíso particular.
Allí sentado pensaba en qué hubiese sucedido si su esposa no hubiese muerto y él nunca hubiera visto aquel anuncio. Tal vez, seguiría huyendo de sí mismo y de los demás, agazapado entre los edificios.
Pero ahora todo aquello pertenecía al pasado, un tiempo real y verbal que ya no existía. Ahora su tiempo era otro, un tiempo del que estaba orgulloso. Le había costado mucho trabajo tomar la decisión, pero una vez tomada todo había ido rodando. Puede que fuese la decisión más difícil de su vida, pero también había sido la más acertada.
Pero ahora todo aquello pertenecía al pasado, un tiempo real y verbal que ya no existía. Ahora su tiempo era otro, un tiempo del que estaba orgulloso. Le había costado mucho trabajo tomar la decisión, pero una vez tomada todo había ido rodando. Puede que fuese la decisión más difícil de su vida, pero también había sido la más acertada.
Paula CRuZ Gutiérrez.
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