Hoy hemos viajado al bosque que componen los edificios de Madrid porque me tocaba recibir de nuevo, el tratamiento oncológico, los veintiún días se pasan volando, estemos libres o confinados.
Siempre suelo darle un abrazo o dos besos a mi oncólogo, pero ahora esa costumbre la hemos tenido que cambiar por una sonrisa medio escondida detrás de la mascarilla y que sube hasta el rabillo del ojo. Solemos bromear entre nosotros, si ve que algún día llego más decaída me pincha, diciéndome que no estoy ya ni para echarme al contenedor de reciclaje. Pero esta mañana ha sido mi turno, y le he dicho bromeando, que de perfil comenzaba a parecerse a mí, que la tripa le iba creciendo. Se ha reído, y me ha contestado que su mujer opinaba lo mismo que yo.
Después de cinco operaciones en la misma zona, la pared interna de toda mi zona abdominal ha disminuido mucho su grosor, debilitando también su musculatura y al no poder sujetar adecuadamente mis órganos internos, tengo una barriga considerable. Son gajes del oficio de estar viva, mejor tener barriga que no tener nada, como supuestamente iba a ocurrir.
Pero bueno, ya sabemos que la lógica y las estadísticas, conmigo tienen poco trabajo.
Después de la consulta he subido a la zona de boxes para recibir mi tratamiento.
Sentada en mi sillón, mientras la enfermera colocaba la medicación en la bomba, escucho en el pasillo cómo otro enfermo le pregunta a otra enfermera cuanto tiempo de tratamiento tendrá hoy, a lo que ella le responde que han calculado que unas tres horas y media aproximadamente. El le responde sorprendido: ah, ¿sólo? Qué bien.
Entonces sonrío y me acuerdo de cuando yo estaba en su lugar, paseando entre los troncos de las horas que componían mis días, y me doy cuenta de lo relativo que es el tiempo, que lo que a unos les parece un simple paseo, para otros es toda una eternidad. Porque claro, habiendo pasado ocho horas sentada en un sillón recibiendo el chute de "agua bendita", esas tres horas y media nos parecen una nimiedad.
Y sonrío también porque los enfermos oncológicos, nos conformamos con que nos disminuyan nuestros tratamientos de quimioterapia, y aunque sólo sean cinco minutos, para nosotros eso es todo un triunfo. Así, algunos paseos se nos hagan más cortos que otros.
Cuando uno es enfermo crónico hay muchos pequeños triunfos que celebrar, porque el camino es muy largo y sinuoso.
Feliz día a todos.
Paula CRuZ Gutiérrez.
No hay comentarios:
Publicar un comentario