Una mañana del mes de abril, un enorme Diplodocus llamado cáncer vino a buscarme por segunda vez.
Estaba yo despispada, entretenida en otros asuntos, por eso, cuando llegó para mi sorpresa, anunció su presencia con un fuerte golpe. Allí mismo todo tembló.
Yo lo miré entonces con recelo, miedo y estupefacción. Pero él lejos de marcharse sabiéndose fuerte, volvió a golpearme, esta vez, más duro. Traía compañia no venía solo, si no con otros dinosaurio de menor tamaño.
Siendo ya consciente de su presencia, intenté correr deprisa para evitar que me aplastaran sus fuertes patas, pero no funcionó. Traté sin conseguirlo también de esconderme bajo su enorme barriga, pero al final siempre conseguía golpearme con su duro cráneo.
Así resistí un embiste detrás de otro, hasta que ya no pude más y decidí pararme. Me acurruqué sin energía ni fuerzas para continuar. Cuando el dinosaurio volvió de nuevo, me encontró muy quieta y aunque intentó moverme con otro golpe, no lo consiguió.
Desorientado y confuso por mi comportamiento decidió marcharse.
Así fué cómo conseguí librarme de él, con la esperanza de que con el tiempo y mucha calma, las fuerzas vuelvan a acompañarme de nuevo y no tenga que volver a enfrentarme a ningún dinosaurio más.
Paula CRuZ Gutiérrez.
5 comentarios:
Esperemos que así sea...
Estoy segura que ya no vuelve más....mucho ánimo 😘
😘
Puede suceder que cuando quieren asustarte y no lo consiguen, se van aburridos. Buena táctica
Ojalá sea así y se vsya aburrido y desesperado deprisa y corriendo a tirarse al océano,muy lejos de aquí.
Abrazoteee muy muy fuerte
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