La luz del sol entra a raudales por los ventanales del corredor. Sentada en el sillón, mi única compañia es el árbol de navidad.
Fijo mi vista tras los enormes vidrios y me entretengo observando el patio, que aún sigue vestido con su traje de otoño-invierno. Este año con la enfermedad, no ha dado tiempo de podar los rosales, ni de eliminar las hierbas marchitas. La parra muestra sus ramas desnudas y casi fantasmales, sus sarmientos parecen bracitos enclenques que intentan llegar al cielo. Y para contrarrestarlos a todos, los dos frutales han decidido inchar sus yemas, como si en vez de diciembre estuviéramos en abril.
Así acaba este año, con los cuerpos arrebatados y las mentes poco claras, con la esperanza de que el año que próximamente comienza será mucho mejor para todos nosotros.
Aunque ha sido un año muy duro, lo cierto es que ya ha pasado. Ahora toca reponer y actualizar nuestra lista de sueños y volver al ataque. Eso sí, sin olvidarnos de dar las gracias al año que se marcha por permitirnos llegar vivos al siguiente y poder continuar nuestro camino.
Feliz y Próspero Año Nuevo a todos.
Paula CRuZ Gutiérrez.
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