El acto de escribir siempre conlleva otro acto: el de concentración y de introspección interior. No siempre uno escribe lo que tenía pensado, porque hay veces en las que la pluma y la mente se confabulan y las palabras toman su propio camino.
Expresar y trasladar al papel lo que uno desea en ocasiones se torna complicado, mientras que en otras las palabras brotan por doquier.
Anoche escuché en una serie como un doctor le decía a su paciente, que tenía mucha suerte porque le habían detectado un cáncer de estómago en fase inicial. En ese momento pensé con ironía y tristeza, que sí que es una fortuna que te digan que tienes cáncer. ¿Qué pedazo de insensato ha escrito ese guión? ¡Qué se lo diagnostiquen a él y después veremos si escribe lo mismo y no cambia la historia!
Hoy estoy de nuevo en el hospital, a primera hora he tenido el TAC de control, antes he pasado por oncología para que me pincharon el viper (la aguja para el contraste es mucho más gruesa). Después he acudido a la consulta de Neurología. Los cuatro tratamiento que me han prescrito para el dolor de cabeza no han funcionado y los efectos secundarios han sido devastadores, incluyendo fatiga, amnesia y ciática.
La doctora ha decidido infiltrarme anestesia en el cráneo, me ha pinchado doce veces. ¿Cuantas burradas debemos aguantar?
Intento hacer un cálculo a groso modo, de cuantos pinchazos llevo desde que la diversión del cáncer empezó y no soy capaz de calcularlos. ¿Tal vez doscientos? Se me hacen pocos. Y no siento todo lo que llevo, sino lo que aún me queda.
En la cafetería he coincidido con la doctora que me diagnóstico el tumor y aunque estaba muerta de sueño porque salía de guardia, hemos tenido una conversación muy animada. Según ella mi historia es igual de bonita como de dura. El cariño siempre nos suma a todos.
Ahora tengo el ciclo de quimio y extasiada de tanta diversión volveré a casa.
Y vuelta a empezar. Los enfermos oncológicos somos como un hámster dando vueltas en la rueda. Seguimos vivos aunque estemos muy mareados y a pesar de todo sin perder el humor.
Paula CRuZ Gutierrez.
Hoy estoy de nuevo en el hospital, a primera hora he tenido el TAC de control, antes he pasado por oncología para que me pincharon el viper (la aguja para el contraste es mucho más gruesa). Después he acudido a la consulta de Neurología. Los cuatro tratamiento que me han prescrito para el dolor de cabeza no han funcionado y los efectos secundarios han sido devastadores, incluyendo fatiga, amnesia y ciática.
La doctora ha decidido infiltrarme anestesia en el cráneo, me ha pinchado doce veces. ¿Cuantas burradas debemos aguantar?
Intento hacer un cálculo a groso modo, de cuantos pinchazos llevo desde que la diversión del cáncer empezó y no soy capaz de calcularlos. ¿Tal vez doscientos? Se me hacen pocos. Y no siento todo lo que llevo, sino lo que aún me queda.
En la cafetería he coincidido con la doctora que me diagnóstico el tumor y aunque estaba muerta de sueño porque salía de guardia, hemos tenido una conversación muy animada. Según ella mi historia es igual de bonita como de dura. El cariño siempre nos suma a todos.
Ahora tengo el ciclo de quimio y extasiada de tanta diversión volveré a casa.
Y vuelta a empezar. Los enfermos oncológicos somos como un hámster dando vueltas en la rueda. Seguimos vivos aunque estemos muy mareados y a pesar de todo sin perder el humor.
Paula CRuZ Gutierrez.
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