viernes, 30 de octubre de 2020

MaX.

 Este es el último texto fantástico que he escrito. 



La noche dio paso a una mañana clara y soleada. El bosque bullía de ruidos matinales, con los pájaros que picoteaban el suelo en busca de gusanos, los insectos voladores que agitaban sus alas emitiendo pequeños silbidos y el viento, que movía ligeramente las copas de los árboles, cosa que provocaba que las hojas secas se precipitasen al vacío.

El suelo aparecía cubierto por las hojas otoñales, un manto de infinitos tonos amarillos, azules y rojos que lo teñían todo de color. No existía otra época mejor del año. Estos días el bosque derrochaba esplendor.


Max se levantó temprano, se desperezó y caminando de manera perezosa salió en busca de su desayuno. A cada paso que daba, su cuerpo se humedecía con las gotas de rocío de almíbar que iba encontrando en su camino, al tiempo, que pequeñas bolitas de azúcar se adherían a él.

Había nacido en aquel lugar y allí era feliz, puede que no fuese un ejemplar grandote, pero era bueno con todo el mundo y a todos ofrecía su ayuda. Sin lugar a dudas era un bonachón, un ser en el que se podía confiar. Con los años se había convertido en un miembro destacado de la comunidad.

A escasos centímetros de su posición, divisó un brote lila debajo de una hoja y sin dudarlo se acercó a él. Cuando lo mordisqueó, su boca pudo comprobar que estaba tierno y jugoso, sabía a caramelo y turrón. Tras éste, se comió a su vecino, luego, a otro grupo que encontró bajo una gran roca y que le costó alcanzar. Masticando se encontraba cuando un gusano con plumas le saludó al pasar. Su rutina era fácil de adivinar: salía a buscar alimento, daba largos paseos y se subía a las piedras para poder ver más allá. Le gustaba estar bien informado, por eso, estaba todo el día a la radio conectado.

La vida en el bosque era tranquila, aunque siempre tenían que estar pendientes del tiempo. Porque cuando el sol apretaba o cuando llovía, era necesario buscar cobijo. Una corriente de agua podía arrastrarte, y corrías el riesgo de quedar atrapado en cualquier lugar, algo que podía resultar fatal si eras un animal de tamaño pequeño.

Pero la especie de Max, había ido desarrollando un sistema especial a lo largo de la historia. No había obstáculo que se les resistiera, salvo que un pájaro decidiera convertirlo en su aperitivo.

Max era un tipo especial, no en vano, era un caracol alado.

 

 

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