Esta entrada la publiqué en el mes de diciembre sin saber que lo peor estaba por llegar.
No todos los días son iguales.
No vayáis a pensar que estos meses
han sido fáciles. He tenido días de todo tipo, unos buenos, otros malos y otros muy
difíciles. Tanto física como anímicamente. He intentado mantenerme positiva,
pero no todos los días lo he conseguido. Aunque no deseemos tener días malos,
también son necesarios y debemos permitírnoslos.
Nuestra energía suele estar más
baja de lo habitual, debido a la enfermedad, a la quimioterapia y a la cirugía.
Habrá días que no podamos levantarnos, pero hay que pensar que el cuerpo es
sabio y que la poca energía que tiene la emplea en sanarnos, no en permitirnos
caminar.
Otro de los peores días, fue cuando
comenzó a caérseme el pelo. Ya sé que es lo habitual, pero ese momento en el
que noté que comenzaba a caerse a mechones fue brutal. Lloré y lloré.
El cambio de dieta también supuso
otro punto de inflexión, porque al cuerpo siempre le apetece comer aquello que
no puede. He intentado ser constante, pero aun así, alguna vez me concedo un
extra. Tampoco es cuestión de autoflajelarse.
Como veis el ánimo hay días en los
que está a ras de suelo, pero eso no debe impedirnos llevar a cabo nuestro
propósito de sanación. Todo el mundo tiene días malos, incluidos nosotros.
Además, otro factor a tener en
cuenta, es que si nosotros estamos relativamente animados, todo nuestro entorno
también lo estará. Esto es algo muy importante a tener en cuenta.
Un saludo.
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