miércoles, 6 de noviembre de 2019

eSTa NoCHe.

Me descubro mirando ensimismada por la ventana.

Desde ella, situada en la cuarta planta, puedo divisar tanto la carretera, como la ciudad de Madrid a fondo. Miles de lucecitas de colores iluminan el horizonte. Frente a mi, las cuatro Torres de la ciudad vigilan mi descanso. 

Hace una semana que ingresé para someterme a una nueva cirugía, y aunque todo ha salido bien y el personal es encantador, tengo muchas ganas de volver a casa. 

En cada intervención, mi aparato digestivo se paraliza, lo que implica que no acepta que entre ni salga ningún tipo de alimentos. Siempre necesito varios días para que vuelva a ponerse en marcha. Esta vez, lo ha conseguido al segundo intento. 

En teoría me daban el alta hoy. Esta mañana hice la maleta y dejé fuera únicamente lo que iba a necesitar para irme. Pero a media tarde me han comunicado que he de esperar a mañana. Entonces el mundo se me ha venido a bajo. 

Si, es solo una noche más. 
Pero es otra noche sin estar en casa, sin abrazar a mis hijos, sin dormir en mi cama. 

Por eso, estoy aquí sola en mi habitación, con la única compañia de los coches que circulan por debajo de mi ventana. 

Bajo la persiana y me voy a la cama, pensando que mañana será un día mejor. Pero vuelve a ocurrirle lo mismo. 


                                Paula CRuZ Gutiérrez. 

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