jueves, 24 de septiembre de 2020

A Reir Se Ha Dicho.




¿Es absurdo sentirse feliz cuando uno tiene cáncer? Puede que sí, o puede que no. 

Esta semana para transcurrirá para mí, a la espera de que los médicos me comuniquen su decisión de qué nuevo tratamiento debo iniciar. Y la semana que viene, volveremos a retomar una rutina ya conocida, pero que vendrá cargada de matices nuevos. 

Es normal dejarse arrastrar por el miedo, en este caso por ser algo ya conocido, y saber cuales son sus consecuencias. 

También es lógico enfadarse con el mundo, con los médicos, con Dios y hasta con el vecino si se pone a tiro. 

Pero yo he decidido que aunque mis circunstancias no sean de lo más halagüeñas, no voy a enfadarme. De nada me va ha servir y no deseo que mi tiempo transcurra entre lamentos. 

Todo ésto no implica que no tenga días malos, como todo el mundo. Lo que quiero decir, es que no deseo que esos días grises se apoderen de mí y ni tampoco que ocupen todo mi tiempo. 

Si he de seros sincera, nunca me había divertido tanto contando a mis amistades que tengo cáncer por tercera vez. Está siendo una semana divertida. Algunos me escuchan serios y otros se parten de risa conmigo pensando que estoy de broma. Pero al final, pese a la gravedad de la noticia, todos acabamos riendo.

Habrá personas de a pie, que opinen que he perdido la poca cordura que me quedaba, algo que es completamente incierto, ya que la cabeza debí dejármela olvidada hace muchos años en algún garito. Desde entonces no he vuelto a encontrarla. Además tengo testigos que abalan mi teoría.

Ciertos profesionales como médicos y psicólogos opinan que estoy profundamente cuerda, cosa que creo que tampoco es cierta, algún tornillo que otro me falta, o están mal colocados.

Nadie como yo sabe que este es un tema serio, pero no tengo ganas de echarle más leña a un fuego que ya está suficientemente encendido y avivado por sí solo. 

Así que riámonos hoy, que mañana será otro día. 


                                                                         Paula CRuZ Gutiérrez. 

lunes, 21 de septiembre de 2020

VoLVeMoS a La CaRReTeRa.




Me había propuesto  no escribir sobre la enfermedad, porque me parecía que ya me estaba poniendo pesada, y en ningún momento he querido serlo. Mis textos iban destinados a mi autoayuda por un lado, y por otro, a animar a quien lo pudiera necesitar . 

Pero hoy estoy de vuelta, al igual que mi amigo el cáncer. Esta mañana me han comunicado por tercera vez que vuelvo a tener varias manchas sospechosas. Cambia el continente, pero no el contenido. 

¿Porqué? Pues nadie lo sabe. Lo que está claro es que tendré que seguir de por vida con la medicación, a la espera de que los repuntes que vayan apareciendo sean fáciles de controlar.

Nuestra vida es así, vamos subidos en una montaña rusa y tan pronto estamos arriba, como corremos cuesta abajo y sin frenos. Hemos de acostumbrarnos a que el vértigo sea nuestro compañero de camino.

Y os preguntareis cómo se mantiene la paz interior en este momento, y la verdad es que no sé qué decir. Pero lo cierto es que estoy tranquila, aunque tenga la sensación de caer al vacío. Espero tener abajo una red que me sujete.  No voy a mentir, a raros me pongo nerviosa, pero seguidamente vuelvo a tranquilizarme porque sé que preocuparse no sirve de nada.

No me queda otra que aceptar y confiar.

Aunque haya sido un verano atípico, para nosotros ha sido un buen verano, lo hemos disfrutado plenamente. Y volvíamos a la carga con pequeños planes. Ahora la enfermedad me obliga a volver a aplazarlos, aunque ellos sean los que mantienen a diario mi cabeza ocupada. 

Sigo estando en las mejores manos y sé, que mis médicos no me dejarán caer el precipicio. De nuevo buscan el tratamiento que me pueda ir mejor y que me ayude a ganar tiempo.

Vuelvo a la carretera esperando que el viaje me permita contemplar el paisaje. 


                                                                        Paula CRuZ Gutiérrez.