martes, 30 de julio de 2019

EL MaR.




Podría pasarme media vida sentada frente al mar o incluso haciendo un pequeño esfuerzo, la vida entera.

Sentir cómo la brisa me acaricia el rostro y me trae su olor salado que tanto me gusta. Ese olor que caracteriza la vida marina y que nosotros, los humanos, ni siquiera alcanzamos a intuir cómo podría ser vivir bajo el agua.

Sentada en la orilla siento como la espuma nívea de las olas choca contra mi cuerpo. Un mar incansable e irreverente que muestra su bravura a todo aquel que desee contemplarla. 

Con los ojos cerrados me centro en aspirar su olor, a sal, a vida. Es entonces cuando el agua demuestra todo su ímpetu contra mí y una ola me lanza hacia atrás cual muñeca de trapo. Intento resistirme, pero me lanzan una ola tras otra. Opto por dejarme llevar, cual juego de niños.

El mar que estos días está picado sigue con sus embistes, lo comparo entonces con nuestra mente. Y a esas olas incesantes, con los pensamientos que a veces nos atormentan sin que seamos capaces de librarnos de ellos.

Esta tarde, los peces parecen estar juguetones saltando por encima del agua, lo hacen sin timidez saliendo y entrando a su antojo. Es como si tras la retirada de los humanos, hayan decidido reconquistar el líquido elemento. Un hogar invadido.

La tarde va cayendo y el sol está en retirada, escondiéndose tras las casas para irse a descansar, sabiendo que mañana volverá a brillar en todo su esplendor y con la misma intensidad.

Buenas noches a todos.


                                                                       Paula CRuZ Gutiérrez.

viernes, 19 de julio de 2019

La Música y LaS FieRaS.

La semana pasada estuve muy nerviosa sin saber muy bien el motivo.
En un principio, creía que era porque estaba pendiente del resultado de las pruebas para ver cómo evoluciona el tumor con el tratamiento, pero en el fondo sabía que no era eso.
En este aspecto sigo pensando que todo va bien y de hecho, he recibido buenas noticias: hemos conquistado ya medio reino.
Mi malestar venía por otro lado, pero no era capaz de identificarlo.
Hasta que caí en la cuenta de que lo que en realidad me ocurría es que he aceptado el cáncer, pero no los cambios que produce la quimioterapia en mi cuerpo. Sufro fuertes dolores de cabeza que aún no he conseguido controlar a pesar de que cada vez tengo una medicación más fuerte. El fármaco nuevo me produce pesadillas, por lo que muchas noches no descanso y durante el día estoy tan cansada, que parezco "un alma en pena".
Con esta quimio el cabello y las uñas siguen en su lugar aunque hay días que me duelen. Pero las yemas de los dedos de las manos, se han alisado y arrugado en diferentes zonas. Como resultado, mis huellas dactilares se han deformado.
Por otro lado, mi cuerpo se ha ido hinchando cada vez más, lo que me hace sentirme incómoda por un lado y deforme por otro. Me cuesta horrores ponerme el bañador del año pasado y no puedo ponerme las sandalias que compré a principios de verano, porque van abrochadas al tobillo y como están tan hinchandos no me alcanzan.
En fin, parece que he de seguir aceptando cosas además de superar algunos complejos.
El viernes por la noche mientras cenábamos en un chiringuito había música en directo y creo que era lo que necesitaba.
Un intérprete con su guitarra acústica y con una voz suave pero firme, fue interpretado clásico del pop en inglés. Era un chico joven, pero un maestro de tantos como hay por ahí anónimos. Con su guitarra y su sonrisa nos encandiló a todos. Después de un descanso comenzó con la guitarra española a tocar clásicos.
Escuchando el Concierto de Aranjuez me fui tranquilizando y la melodía me ayudó a reflexionar. Disfruté de la música y de la compañía de mi familia mientras observaba las olas incansables, chocarse una y otra vez contra la orilla.
Volví a caer en la cuenta de que cuando nos convertimos en un mar embravecido e incesante, es mejor parar y cambiar de perspectiva, para poder identificar cual es nuestro problema y así poder encontrar una solución.
Dicen que la música amansa a las fieras y yo tan sólo soy una fiera más.
                                     Paula CRuZ Gutiérrez.

miércoles, 17 de julio de 2019

eL ReiNo CaíDo.


Esta es la historia de un reino muy cercano, dónde gobernaba un emperador tirano. Sometía a sus súbditos con sus temibles marcadores tumorales. Un buen día, esos marcadores decidieron irse de fiesta. Subieron y subieron más allá del cielo y allí los médicos los encontraron jugando entre las nubes. Aquella subida tan alarmante indicaba claramente que el emperador había conquistado aquél imperio. Durante un período de tiempo fue el único rey, haciendo y deshaciendo a su antojo. Pero un buen día su reinado acabó y no tuvo más remedio que exiliarse.

El emperador que se sabía fuerte y era muy avaricioso, intentó en silencio recuperar su reino perdido y así comenzó a crecer de nuevo. Pero esta segunda vez, aunque envío a sus soldados, los marcadores rápidamente delataron su presencia y no pudieron subir ni una triste montaña. Antes de ser descubiertos, escaparon deprisa, agazapados entre las ramas de los árboles y las piedras del camino, rodeando valles y caminando en la oscuridad. Pero una simple analítica los detectó, y ahí comenzó su retroceso.

El temible emperador ya no pudo seguir adelante, se quedó sin ninguna posibilidad de conquistar de nuevo aquel reino. Al ser descubierto, nos pusimos manos a la obra y entre todos construimos una gran pared, tan alta como pudimos para truncar sus planes. Así seguimos, colocando ladrillos y amasando cemento. El cáncer se siente acorralado, sabe que no tiene otra opción que desaparecer de nuevo, sabe que en este cuerpo nunca podrá reinar. Pero como es poderoso y concienzudo, sigue intentando crecer y me pone trabas en el camino, en represalia de las que yo le pongo a él. Y de este modo, lo nuestro se ha convertido en un te doy y te quito, en un deseo que te vayas y en un yo quiero quedarme.

Ahora, hay que esperar al resultado del TAC para ver quién sale más guapo, si él o yo. Aunque no tengo ninguna duda de que él saldrá mucho más desfavorecido.

Aquí la reina soy yo.


                                                                                                    Paula CRuZ Gutiérrez.

El PRiMeR SeMeSTRe .

Siempre hay historias por contar, reales o ficticias, verdaderas o falsas pero que nos sirven de distracción.

Historias sanas que nos ayudan o menos sanas que dejan al descubierto nuestros anhelos. Pero siempre creadas a partir de la misma base: una consecución de letras e ideas que desembocan en un texto.


Hoy mi reflexión gira sobre la idea de que el primer semestre del año llega a su fin y mientras estoy en la cocina, voy haciendo balance.

Me encuentro preparando una empanada para la cena escuchando  música. Esperamos a dos amigas que vienen a cenar, cada una traerá algo para picar y sin duda, pasaremos un rato agradable.

Y mientras barnizo la empanada con el huevo batido pienso en lo afortunada que soy, por la familia y los amigos que tengo. Es cierto que vuelvo a tener cáncer, pero eso no me impide ver el resto de mis "activos" y creo que la balanza se decanta hacia el lado de todas las cosas buenas que me rodean.

También es cierto que no ha sido un semestre fácil, comenzó con el deceso de dos amigos muy queridos, continuó con el diagnostico del nuevo tumor y siguió con los nuevos tratamientos de quimioterapia.

Pero entre tanto, organizamos una fiesta preciosa, llena de cariño y de agradecimiento a la vida y a todas las personas que nos rodean. Celebramos nuestra boda y el bautizo de nuestros hijos rodeados de familia y amigos. Esto nos dio la fuerza suficiente para comenzar de nuevo con los tratamientos venideros. Ya sabéis que mi lema es "luchar por la vida" y en ello me hallo. Y así van transcurriendo mis días, unos malos sufriendo los efectos secundarios producidos por los fármacos y otros días más llevaderos que me permiten hacer pequeñas cosas. 

Y aunque la vida me frene de nuevo yo voy buscando la energía positiva que me permita sobrevolar los días con sus diferentes desencuentros.

Ahora toca comenzar semestre nuevo, con la firme esperanza de que sea mucho mejor que el que se marcha.


                                                                       Paula CRuZ Gutiérrez.



viernes, 12 de julio de 2019

Quimiocerebro.


Son innumerables las lindezas que nos ofrece la quimioterapia en forma de efectos secundarios. El día que acudes a la administración del primer ciclo y el personal médico te ofrece el folleto informativo de la medicación, más te vale que te abstengas de leértelo. Dicen que la curiosidad mató al gato y en este caso el que morirás del susto serás tú mismo, cuando leas todo lo que puede ocurrirte. Te mostrarán un informe detallado con tantos efectos secundarios como puedas imaginar que te inquietaran pensado cuáles te afectarán a tí.

Y aunque son muy conocidos los problemas digestivos, la caída del cabello, la falta de apetito, el sabor continúo a metal, hay otros muchos más, como el fuerte dolor en las articulaciones,  las llagas en la boca, el daño provocado en la dentadura o los fuertes dolores de cabeza, por mencionar algunos.

Pero existen otros efectos secundarios menos visibles y menos conocidos que los científicos han bautizado con el nombre de quimiocerebro. Por la sencilla razón, de que afectan de manera silenciosa a nuestro sistema neuronal.

Es habitual que suframos pérdidas de memoria, que de repente se nos olvide cómo se llama cualquier conocido u objeto cotidiano, que tengamos pérdida de concentración, pesadillas o que nuestra mente se ralentice y por momentos seamos incapaces de hilar dos pensamiento coherentes, lo que nos impide muchas veces expresar como nos sentimos tras la administración de los fármacos de quimioterapia.

Estos efectos nos producen problemas físicos como el cansancio o la visión borrosa, pero también psicológicos porque nos cuesta comprender por qué nos ocurren estás cosas.

En mi caso os contaré que he tardado tres años en poder leerme un libro entero, porque no era capaz de concentrarme en la lectura, mi cerebro se perdía con increíble rapidez.

He de reconocer que todos estos efectos me agobiaban mucho. Por eso me refugié en la escritura, para obligarme a pensar de manera ordenada. Y esta terapia me resultó muy útil, aunque tan sólo escribiera texto cortos, porque era mucho más de lo que podía verbalizar.


                                                                       Paula CRuZ Gutiérrez.