miércoles, 30 de diciembre de 2020

Su Mejor Regalo.


Se levantó alegre, porque por fin, sabía el regalo que le pediría a Papá Noel. 

Llevaba unos días pensando y no conseguía llegar a ninguna conclusión. Buscaba algo especial, porque ya estaba cansada de que todos los años le trajera regalos materiales. No necesitaba nada en especial, al contrario, en casa tenía acumuladas demasiadas cosas innecesarias. 

¡Este año le pediría un frasquito de polvos mágicos de la aurora boreal! 

Esas auroras que embellecen las noches de invierno en Laponia. Deseaba los mismos polvitos que Santa Claus le echaba a su trineo, para que pudiera volar y poder repartir en una sola noche todos los regalos. 

Se imaginaba depositando una pequeña cantidad de aquel polvo iridiscente sobre su mano, cómo la luz del sol se reflejaba en él y brillaba con infinitos colores brillantes, irradiando su luz por toda la estancia. Y después, tenía pensado soplarlos al viento desde su venta, esperaba que volando, volando se repartieran por toda la ciudad y llevaran consigo felicidad y alegría a todos sus habitantes. 

Una vez tuviera en su poder aquel frasquito maravilloso, lo guardaría como un tesoro en un pequeño bolsillo dentro de su bolso preferido. Irían con ella allí dónde ella fuera y así, poder ir repartiéndolos sobre la mayor cantidad posible de personas y de hogares. 

Feliz Año Nuevo a todos y que la autora boreal ilumine vuestras vidas y la de vuestros seres queridos. 


                                

                                      Paula CRuZ Gutiérrez. 

lunes, 28 de diciembre de 2020

Los Culpables.

 Sabíamos que el asunto era complicado, pero no imaginábamos cuanto. A priori podríamos sospechar que hubiera un culpable ¿pero dos?
Hace casi dos meses me hicieron un estudio genético, el doctor me dijo que intentaría conseguir la mayor cantidad de información posible. Así ha sido. 

El estudio ha revelado que tengo dos mutaciones en dos cromosomas. Estas mutaciones son las responsables de que mi organismo sea incapaz de hacer frente a las células tumorales. En especial son las responsables del cáncer de mama, de ovario y de próstata, lo que no quita, que podamos desarrollar cualquier tipo de cáncer.

Pero no queda ahí la cosa, porque además, es una cuestión hereditaria. Mis ancestros me lo transmitieron con todo su amor y yo he tenido la "gran fortuna" de heredarlas y que además, el cáncer se me haya desarrollado de pleno. 

Indagando, indagando he rastreado la enfermedad hasta una bisabuela paterna, la que fuera madre de mi abuelo Luis. El apellido Jiménez es el transmisor.

¿Y qué solución hay?. Ninguna.

Una persona puede heredar las mutaciones y se por tanto portadora, pero no desarrollar la enfermedad, pero sí transmitirla a sus descendientes y que sean ellos los que enfermen. Si tienes un progenitor con estos genes "defectuosos" las posibilidades de heredarlos son del cincuenta por ciento. Una vez en tu ADN, tienes el mismo porcentaje de desarrollar un cáncer. 

Una mujer que es portadora de esta mutación, tiene siete veces más posibilidades de padecer un cáncer, que otra que no es portadora.

La semana pasada el doctor, un señor amabilísimo y muy educado, me ha ido contando de manera pormenorizada todos los detalles del estudio y de sus resultados.

Lo único positivo de esta historia, es que la nueva medicación que me están administrando ahora, funciona mucho mejor si existen las dichosas mutaciones. 

Antes de salir de la consulta el doctor me ha dado las gracias por mi ánimo. Me ha comentado que con mi actitud le he aportado un poco de ánimo, cosa que habitualmente no le ocurre en la consulta. Me ha dicho que llevaba una mañana de locos. Hay días en los que sin buscarlo, nos convertimos en la luz de alguien, otros días sucede precisamente al contrario. Le he dado las gracias junto con una sonrisa y mis mejores deseos para el año próximo. Se ha emocionado y solo le ha faltado darme dos besos. 

Me vuelvo a casa feliz, porque siempre hay gente buena que te ayuda cuando más lo necesitas. 


                                                                     Paula CRuZ Gutiérrez. 

jueves, 17 de diciembre de 2020

La Estrella de Navidad.

 




Aquella noche, como venía ocurriendo desde hace millones de años, la estrella más bonita del firmamento hizo su aparición. Era ciertamente inaudito, que una estrella de tamaño tan reducido pudiese brillar con tanta intensidad y esplendor. La llamaban la Reina del Universo y su luz irradiaba al planeta Tierra cada noche.

Desde tiempos inmemoriales había servido de lucero a viajeros y exploradores.

Oscar vivía en una residencia y compartía habitación con su hermana dos años más joven que él. Cuando la niña se dormía, él le gustaba mirar por la ventana aquella pequeña estrella de luz blanca como la nieve. Imaginaba cómo sería viajar hasta ella y que la vida allí era mucho más feliz que en su planeta.

Una noche  mientras observaba al astro, le preguntó:

-- Estrellita mágica, tú que todo lo ves desde allí arriba, ¿me ves a mí también?

De repente una enorme bola de luz se le acercó inundando su habitación con destellos multicolores y le dijo:

-- Claro Oscar, por supuesto que te veo. ¿Qué te ocurre? ¿Por qué estas triste?

-- ¿Oh estrellita! ¿Tú crees que esta Navidad se cumplirá mi deseo?

-- El universo sabe lo que deseas y está trabajando en ello, seguro que en un futuro no muy lejano se cumplirán tus anhelos.

-- Pero estrella, ¡llevo mucho tiempo pidiendo lo mismo y nunca llega!

Así fue como el cuerpo celeste y el niño se hicieron amigos y cada día al caer la noche hablaban y se contaban sus secretos.

Al niño le gustaba hablar con ella porque le aportaba tranquilidad, y los temores que le acechaban desaparecían. A ella le permitía sentirse útil, dándole consuelo y pequeños consejos a su joven amigo.

Ella le enseño a él a tener paciencia y él le enseñó a ella a sonreír.

Llegó el mes de diciembre y pasó volando, al finalizar el mes, el niño decidió bautizarla con el nombre de Estrella de la Navidad, a ella le encantó.

Un año más, Oscar volvió a pedir a los Reyes Magos que le concedieran su deseo. Y se entristeció mucho cuando al amanecer de aquél día, descubrió  que no se había cumplido.

Triste y abatido lo encontró su monitor cuando fue a buscarlos para acompañarlos al salón. Allí les esperaban una pareja de mediana edad, la señora se acercó a ellos y con voz quebrada les dijeron:

--Buenos días niños, a partir de hoy nos gustaría ser vuestros papás si vosotros aceptáis.

Oscar se pudo eufórico. ¡Por fin su deseo se había cumplido!


                                                                    Paula CRuZ Gutiérrez.


viernes, 4 de diciembre de 2020

Hoy.


Hoy me ha tocado venir de nuevo al hospital, he de recoger los resultados del TAC que me hice la semana pasada. 

El único asiento libre que hay en la sala de espera está situado frente a la puerta de entrada. Me dirijo a él y tomo siento a la espera de que llegue mi turno, es un sillón cómodo que me permite descansar. 

Entonces me quedo como hipnotizada por la puerta automática y me pongo a pensar cuantas veces habré cruzado ese umbral en los últimos años. En muchas ocasiones han sido varios días por semana. He pasado aquí incontables horas, transcurridas entre esperas, consultas, tratamientos, analíticas y un sin fin de pruebas de todo tipo. 

Hoy como en tantas otras ocasiones espero noticias, estoy un tanto impaciente, porque ya conozco los resultados y no son los esperados. El doctor me dirá qué opina y así sabré qué hay que hacer ahora. 

Por otro lado, estoy un poco nerviosa porque hoy es mi último día entre estas paredes, mi ciclo en este hospital ha terminado. Han sido cuatro largos años a ratos alegres, otros difíciles, pero siempre rodeada por un equipo humano que me ha ayudado a llegar dónde estoy hoy. Me voy llena de cariño y de agradecimiento. 

Mañana comienzo ciclo nuevo en un macro hospital, con tratamiento nuevo. Habré de acostumbrarme a caras y rutinas nuevas, así como a otrotipi de medicamentos. 

No voy a negar que el ánimo me falla hoy, pero esto es lo que tiene ir subida en la montaña rusa. Tan pronto estás arriba cómo que estás abajo. Y todo pasa tan rápido que no eres capaz de reaccionar.

Aquí todos me conocen, al nuevo hospital voy sola, rodeada de mucha gente, pero nadie conocido.

Intentaré afrontarlo con la misma entereza que hasta ahora y el día que el ánimo me falle, habrá que esperar a que al día siguiente me suba. 


                   Paula CRuZ Gutiérrez. 

viernes, 30 de octubre de 2020

MaX.

 Este es el último texto fantástico que he escrito. 



La noche dio paso a una mañana clara y soleada. El bosque bullía de ruidos matinales, con los pájaros que picoteaban el suelo en busca de gusanos, los insectos voladores que agitaban sus alas emitiendo pequeños silbidos y el viento, que movía ligeramente las copas de los árboles, cosa que provocaba que las hojas secas se precipitasen al vacío.

El suelo aparecía cubierto por las hojas otoñales, un manto de infinitos tonos amarillos, azules y rojos que lo teñían todo de color. No existía otra época mejor del año. Estos días el bosque derrochaba esplendor.


Max se levantó temprano, se desperezó y caminando de manera perezosa salió en busca de su desayuno. A cada paso que daba, su cuerpo se humedecía con las gotas de rocío de almíbar que iba encontrando en su camino, al tiempo, que pequeñas bolitas de azúcar se adherían a él.

Había nacido en aquel lugar y allí era feliz, puede que no fuese un ejemplar grandote, pero era bueno con todo el mundo y a todos ofrecía su ayuda. Sin lugar a dudas era un bonachón, un ser en el que se podía confiar. Con los años se había convertido en un miembro destacado de la comunidad.

A escasos centímetros de su posición, divisó un brote lila debajo de una hoja y sin dudarlo se acercó a él. Cuando lo mordisqueó, su boca pudo comprobar que estaba tierno y jugoso, sabía a caramelo y turrón. Tras éste, se comió a su vecino, luego, a otro grupo que encontró bajo una gran roca y que le costó alcanzar. Masticando se encontraba cuando un gusano con plumas le saludó al pasar. Su rutina era fácil de adivinar: salía a buscar alimento, daba largos paseos y se subía a las piedras para poder ver más allá. Le gustaba estar bien informado, por eso, estaba todo el día a la radio conectado.

La vida en el bosque era tranquila, aunque siempre tenían que estar pendientes del tiempo. Porque cuando el sol apretaba o cuando llovía, era necesario buscar cobijo. Una corriente de agua podía arrastrarte, y corrías el riesgo de quedar atrapado en cualquier lugar, algo que podía resultar fatal si eras un animal de tamaño pequeño.

Pero la especie de Max, había ido desarrollando un sistema especial a lo largo de la historia. No había obstáculo que se les resistiera, salvo que un pájaro decidiera convertirlo en su aperitivo.

Max era un tipo especial, no en vano, era un caracol alado.

 

 

jueves, 24 de septiembre de 2020

A Reir Se Ha Dicho.




¿Es absurdo sentirse feliz cuando uno tiene cáncer? Puede que sí, o puede que no. 

Esta semana para transcurrirá para mí, a la espera de que los médicos me comuniquen su decisión de qué nuevo tratamiento debo iniciar. Y la semana que viene, volveremos a retomar una rutina ya conocida, pero que vendrá cargada de matices nuevos. 

Es normal dejarse arrastrar por el miedo, en este caso por ser algo ya conocido, y saber cuales son sus consecuencias. 

También es lógico enfadarse con el mundo, con los médicos, con Dios y hasta con el vecino si se pone a tiro. 

Pero yo he decidido que aunque mis circunstancias no sean de lo más halagüeñas, no voy a enfadarme. De nada me va ha servir y no deseo que mi tiempo transcurra entre lamentos. 

Todo ésto no implica que no tenga días malos, como todo el mundo. Lo que quiero decir, es que no deseo que esos días grises se apoderen de mí y ni tampoco que ocupen todo mi tiempo. 

Si he de seros sincera, nunca me había divertido tanto contando a mis amistades que tengo cáncer por tercera vez. Está siendo una semana divertida. Algunos me escuchan serios y otros se parten de risa conmigo pensando que estoy de broma. Pero al final, pese a la gravedad de la noticia, todos acabamos riendo.

Habrá personas de a pie, que opinen que he perdido la poca cordura que me quedaba, algo que es completamente incierto, ya que la cabeza debí dejármela olvidada hace muchos años en algún garito. Desde entonces no he vuelto a encontrarla. Además tengo testigos que abalan mi teoría.

Ciertos profesionales como médicos y psicólogos opinan que estoy profundamente cuerda, cosa que creo que tampoco es cierta, algún tornillo que otro me falta, o están mal colocados.

Nadie como yo sabe que este es un tema serio, pero no tengo ganas de echarle más leña a un fuego que ya está suficientemente encendido y avivado por sí solo. 

Así que riámonos hoy, que mañana será otro día. 


                                                                         Paula CRuZ Gutiérrez. 

lunes, 21 de septiembre de 2020

VoLVeMoS a La CaRReTeRa.




Me había propuesto  no escribir sobre la enfermedad, porque me parecía que ya me estaba poniendo pesada, y en ningún momento he querido serlo. Mis textos iban destinados a mi autoayuda por un lado, y por otro, a animar a quien lo pudiera necesitar . 

Pero hoy estoy de vuelta, al igual que mi amigo el cáncer. Esta mañana me han comunicado por tercera vez que vuelvo a tener varias manchas sospechosas. Cambia el continente, pero no el contenido. 

¿Porqué? Pues nadie lo sabe. Lo que está claro es que tendré que seguir de por vida con la medicación, a la espera de que los repuntes que vayan apareciendo sean fáciles de controlar.

Nuestra vida es así, vamos subidos en una montaña rusa y tan pronto estamos arriba, como corremos cuesta abajo y sin frenos. Hemos de acostumbrarnos a que el vértigo sea nuestro compañero de camino.

Y os preguntareis cómo se mantiene la paz interior en este momento, y la verdad es que no sé qué decir. Pero lo cierto es que estoy tranquila, aunque tenga la sensación de caer al vacío. Espero tener abajo una red que me sujete.  No voy a mentir, a raros me pongo nerviosa, pero seguidamente vuelvo a tranquilizarme porque sé que preocuparse no sirve de nada.

No me queda otra que aceptar y confiar.

Aunque haya sido un verano atípico, para nosotros ha sido un buen verano, lo hemos disfrutado plenamente. Y volvíamos a la carga con pequeños planes. Ahora la enfermedad me obliga a volver a aplazarlos, aunque ellos sean los que mantienen a diario mi cabeza ocupada. 

Sigo estando en las mejores manos y sé, que mis médicos no me dejarán caer el precipicio. De nuevo buscan el tratamiento que me pueda ir mejor y que me ayude a ganar tiempo.

Vuelvo a la carretera esperando que el viaje me permita contemplar el paisaje. 


                                                                        Paula CRuZ Gutiérrez. 






miércoles, 12 de agosto de 2020

CoNTiNuaR.

 



Parece que el verano ha decidido dejar de lado el tórrido calor con el que nos fustigaba los días pasados, para darnos una tregua. 

El viento nos azota estos días como si alguien hubiese abierto una puerta y se hubiesen escapado todos los demonios que permanecían escondidos a la vuelta de la esquina. Hemos pasado del calor extremo, al desasosiego del viento azotando nuestras cabezas. Un viento que nos golpea tan fuerte como nuestros propios pensamientos. 

Los días van pasando mientras permanecemos expectantes en este verano atípico que nos ha tocado vivir. Para todos últimamente, es como si el mundo se hubiera tornado un lugar menos seguro, un lugar indeciso e inestable, cargado de cierta incertidumbre, que nos afecta de diferentes formas a unos y a otros. Siempre dependiendo de nuestra manera de ver las cosas. 

Es muy loable sentir cierto respeto frente a tanta inseguridad, pero no debemos permitir que el miedo se apodere de nosotros y nos atenace el cuerpo y el alma. Todos y cada uno, necesitamos un período de tiempo para aclimatarnos a los cambios, si bien es cierto, que últimamente hemos tenido muchos de esos cambios en poco tiempo. Pero aún así, todos seremos capaces de sobreponernos a esta situación y de poder continuar mirando siempre hacia delante. 

No dejéis que vuestra mente divague y se pierda en pensamientos negativos, en algún momento habremos de salir y continuar con nuestra vida, aunque no sea desde el mismo punto donde la dejamos cuando todo esto comenzó. 

Ser una persona optimista es un trabajo a tiempo completo, que es necesario aprender y practicar, máxime cuando lo único que nos rodea es desánimo y malas noticias. Ser optimista supone ir  contra corriente y no es fácil, pero si es nuestra elección de vida conseguiremos nuestro propósito. 

Recordad que todos los callejones tienen al menos una salida, aunque a veces parezca estar ocultar. 



                                                                         Paula CRuZ Gutiérrez. 


jueves, 9 de julio de 2020

ToMaR DeCiSioNeS.




El valor de tomar una decisión consecuente contigo mismo. Sopesando los pros y los contras y viendo qué tiene más valor. 

En muchas ocasiones hemos de tomar decisiones difíciles, nuestro corazón dice una cosa, nuestra mente otra y si además consultamos con los más cercanos, obtendremos otras opiniones distintas. Difícil encrucijada. 

Pero si uno es sincero y se pregunta qué es lo que desea en realidad, obtendremos una respuesta clara, aunque no sea la más racional o la correcta a los ojos ajenos. 

El corazón y nuestro intelecto superior nunca mienten, otra cosa es que habitualmente les prestemos atención y les hagamos caso. 

Esta semana, me ha tocado a mí, tomar una de esas decisiones y lo he tenido claro. 

En este último año me he sometido a una químico muy fuerte, he superado una operación y una fuerte infección y seguido con los ciclos de mantenimiento. 

Pero últimamente mi cuerpo y mi mente me decían que pese a las recomendaciones médicas, debía parar y darle a mi organismo la posibilidad de comenzar a desintoxicarse y así lo he decidido. 

Acabo de salir de la consulta de mi oncólogo y ha aceptado mi proposición. Seguiré con mis revisiones pero por el momento no habrá más ciclos. 

Mientras escribo escuchando las cigarras de fondo, me doy cuenta del gran peso que me he quitado de encima. 

Estoy feliz por el comienzo de esta nueva etapa. 


                                  Paula CRuZ Gutiérrez. 

lunes, 6 de julio de 2020

La CaSa.



Manuel cruzó el umbral de su casa y se sentó en la vieja mecedora de madera. El balancín ya desgastado, había pertenecido a su abuelo materno, a este al igual que a él, le gustaba pasar mucho tiempo allí sentado, mientras el vaivén de la silla se acomodaba al ritmo de su corazón y de sus pensamientos. 

Nuestro protagonista había pasado muchos años viviendo una vida que no le gustaba, escondido entre los edificios altos de una gran ciudad, se sentía abrumado por las prisas y el caos circulatorio. 

Una noche mientras ojeaba un periódico, vio el anuncio de una casa en venta en una provincia cercana. La fotografía mostraba una casa pequeña, tal vez mínima, que tenía más pinta de corral de ganado que de vivienda, pero tenía algo que le atraía. Esa noche no durmió demasiado pensando en ella, aunque no acertaba a saber qué era lo que le llamaba la atención de aquella construcción tan rústica. Tal vez fuera la posibilidad de vivir solo en medio del campo, rodeado de hierbas, cardos y algún animal que otro. Todo lo opuesto de lo que estaba acostumbrado. 

Dos años después, Manuel, se mecía tranquilamente mientras observaba el horizonte, su horizonte, porque finalmente, había comprado la casa con la tierra que la rodeaba, tanta era, que llegaba hasta que el horizonte se fundía con el cielo. 

Vivía de cultivar la tierra, cosechando verduras ecológicas que vendía a particulares. Tenía lo justo para vivir cómodo y tranquilo en su paraíso particular. 

Allí sentado pensaba en qué hubiese sucedido si su esposa no hubiese muerto y él nunca hubiera visto aquel anuncio. Tal vez, seguiría huyendo de sí mismo y de los demás, agazapado entre los edificios.

Pero ahora todo aquello pertenecía al pasado, un tiempo real y verbal que ya no existía. Ahora su tiempo era otro, un tiempo del que estaba orgulloso. Le había costado mucho trabajo tomar la decisión, pero una vez tomada todo había ido rodando. Puede que fuese la decisión más difícil de su vida, pero también había sido la más acertada. 



                                  Paula CRuZ Gutiérrez. 


viernes, 3 de julio de 2020

CaDa MaÑaNa.


Cada mañana la vida nos ofrece un nuevo día para seguir aprendiendo a vivir.

Para aprender a conocernos mejor a nosotros mismos y a las personas que tenemos cerca, en casa o al otro lado del teléfono.

Para aprender  a sobrellevar los problemas de la mejor manera posible, de buen talante e intentando extraer lo bueno de la situación, porque las adversidades eso, oportunidades de aprender las lecciones que necesitamos y que de otra forma no aprenderíamos. Es más fácil vivir sin altercados, pero indudablemente, una vida plana, fácil, no nos prepara salvo para vivir como víctimas. No para sacar de nosotros lo mejor en cada momento. 

Y algunos si tuviésemos ese tipo de  vida anodina, nos aburriríamos sobremanera, porque a veces, no sé si los líos viene a mí porque los busco yo, o porque me buscan ellos. Pero lo cierto es que cuando salgo de uno, ya tengo otro llamando a la puerta.

Las casualidades no existen, pero sí las causalidades, por lo que cuando tengo un problema lo primero que me pregunto es el motivo de su llegada y cual es la lección que trae.

Darle demasiadas vueltas a las cosas, lo único que nos garantiza es un buen dolor de cabeza, porque muchas veces por mucho que pensemos y repensemos no alcanzamos a encontrar la solución adecuada.

Feliz resolución de problemas. 


                                                                      Paula CRuZ Gutiérrez.

sábado, 20 de junio de 2020

Tu FueRZa iNTeRioR.



En un país no muy lejano del mundo civilizado, nació Catalina. Fue la segunda de tres hermanos, que junto a sus padres componían una familia de esas que se llaman tradicionales.

En casa las normas estaban claras, se obedecía a pies juntillas lo que dictaba su madre, como buena dictadora, déspota y cruel que era. Las cosas que podían hacer los niños y las que podían llevar a cabo las niñas, estaban bien separadas por una barrera ran infranqueable como invisible. 

Nuestra niña nació algo distinta, no le gustaban el color rosa, ni los pompones ni las muñecas, pero sí el fútbol. Todo esto le ocasionó desde muy pequeña problemas con sus progenitores, que no le permitían salirse ni un ápice del guión. 

Un día cuando llegó la adolescencia y su cuerpo comenzó a desarrollarse la mente de nuestra protagonista entró en barrena. No admitía ese cuerpo femenino, pero tampoco podía escapar de él. Lo mejor era aceptar que era suyo y que gracias al rechazo que le producía había sido capaz de tomar aquella solución.

Decidió volver a decirle a sus padres lo que ya sabían, pero que no querían admitir: detrás de aquel cuerpo femenino se ocultaba una mente masculina que empuja para salir.

La reacción paterna fue mucho peor de la esperada, los castigos y los insultos llegaron por doquier para intentar doblegar aquel deseo antinatural. Tuvo que ceder y la puerta se cerró de nuevo. Sin ayuda ni apoyo pensó que lo mejor sería desaparecer.

Fue entonces cuando la vida le puso de frente a gente desconocida que le hizo sacar de su interior la fuerza que desconocía tener.

Aunque las cosas no salieron como estaban previstas, todo había cambiado. Ahora sabía que tenía una ventana abierta, mucha gente que sí le apoyaba fuera de casa y que sabía que volverían a ayudarle cuando llegase la ocasión adecuada. Ahora, la fuerza se había instalado en su interior y eso nadie podría arrebatárselo. Quedaba esperar a que esa oportunidad llegara.

Pasó a de ser víctima a ser el maestro de sus propios maestros.

Y a su corta edad, dió a todos una importante lección de inteligencia, valentía y honestidad.

Moraleja: nunca dejes de ser tú ni renuncies a tus sueños, aunque algunos días parezcan inalcanzables.

Posdata: mi deseo de hoy es poder conocerlo y darle un abrazo infinito.


                                  Paula CRuZ Gutierrez. 

jueves, 18 de junio de 2020

eSCRiBiR.

El acto de escribir siempre conlleva otro acto: el de concentración y de introspección interior. No siempre uno escribe lo que tenía pensado, porque hay veces en las que la pluma y la mente se confabulan y las palabras toman su propio camino. 

Expresar y trasladar al papel lo que uno desea en ocasiones se torna complicado, mientras que en otras las palabras brotan por doquier.

Anoche escuché en una serie como un doctor le decía a su paciente, que tenía mucha suerte porque le habían detectado un cáncer de estómago en fase inicial. En ese momento pensé con ironía y tristeza, que sí que es una fortuna que te digan que tienes cáncer. ¿Qué pedazo de insensato ha escrito ese guión? ¡Qué se lo diagnostiquen a él y después veremos si escribe lo mismo y no cambia la historia!

Hoy estoy de nuevo en el hospital, a primera hora he tenido el TAC de control, antes he pasado por oncología para que me pincharon el viper (la aguja para el contraste es mucho más gruesa). Después he acudido a la consulta de Neurología. Los cuatro tratamiento que me han prescrito para el dolor de cabeza no han funcionado y los efectos secundarios han sido devastadores, incluyendo fatiga, amnesia y ciática.

La doctora ha decidido infiltrarme anestesia en el cráneo, me ha pinchado doce veces. ¿Cuantas burradas debemos aguantar?

Intento hacer un cálculo a groso modo, de cuantos pinchazos llevo desde que la diversión del cáncer empezó y no soy capaz de calcularlos. ¿Tal vez doscientos? Se me hacen pocos. Y no siento todo lo que llevo, sino lo que aún me queda.

En la cafetería he coincidido con la doctora que me diagnóstico el tumor y aunque estaba muerta de sueño porque salía de guardia, hemos tenido una conversación muy animada. Según ella mi historia es igual de bonita como de dura. El cariño siempre nos suma a todos.

Ahora tengo el ciclo de quimio y extasiada de tanta diversión volveré a casa.

Y vuelta a empezar. Los enfermos oncológicos somos como un hámster dando vueltas en la rueda. Seguimos vivos aunque estemos muy mareados y a pesar de todo sin perder el humor.



                                  Paula CRuZ Gutierrez. 






miércoles, 10 de junio de 2020

CuMPLeaÑoS.



El 8 del mes de Junio de hace cincuenta y dos años aterricé en este mundillo nuestro. Dicen que cuando tu fecha de nacimiento es capicúa la vida te sonríe, aún no sé si será cierto, 

continúo haciendo las averiguaciones pertinentes al respecto.

Hoy será un día diferente, al hilo de la situación en la vivimos los últimos meses.

Para mí es un día especial porque mis hijos están emocionados, intentando guardar el secreto del regalo que me han comprado junto a su padre. Llevan una semana de nervios, intentando evitar que la lengua les traicione. Hemos comprado una tarta y tomaremos sidra sin alcohol para celebrarlo.

Pienso en mi edad y en mi imagen, entonces, recuerdo las de mi madre y mi abuela a mi misma edad. Imágenes completamente distintas, en su época una mujer con cincuenta años era ya una persona mayor, por su ropa y por sus pensamientos. Hoy afortunadamente, podemos agradecer que esto haya cambiado y con esta edad, aún nos consideramos jóvenes y con muchas cosas inconclusas aún por hacer.

Desde muy temprano me están llegando felicitaciones, muchas gracias a todos por ellas y por recorrer conmigo este camino llamado vida.

Ya sabéis que los senderos a veces están llenos de piedras, unas grandes y otras más pequeñas. Que a veces las fuerzas nos fallan y cuando parece que ya no podremos continuar, vuelven a nosotros de nuevo. 

Muchas gracias de corazón por todas esas visitas que hacéis al blog, yo tan sólo pretendo distraeros un ratito de vuestras obligaciones. Y cada día me sorprendo más, ya son ciento cincuenta y dos mil visitas contabilizadas, algo impensable para mí. Aquí seguiré mientras las palabras me acompañen.

La obligación de tener que aprender de nuevo a leer y a escribir se ha convertido en una devoción. Espero seguir aprendiendo cada día más y poder llegar a escribir textos coherentes.

Muchas gracias de nuevo y un beso para todos.


                                                                       Paula CRuZ Gutiérrez.

martes, 2 de junio de 2020

Adolfo.

    Hoy os deseo que paséis un buen rato con una lectura diferente.

Faltaba poco para la llegada del alba cuando la alarma comenzó a emitir sonidos. Él estiró su brazo fuera del calor de las sabanas y detuvo aquella música pausada que usaba como despertador. 

Sobre la banqueta de su dormitorio, descansaban las prendas de ropa que pulcramente, había colocado allí la noche anterior. Ropa gastada, pero muy cómoda para ir al campo. 

Intentó no darle opción a la pereza, no fuera a ser que lo atrapara, por lo que saltó de la cama medio dormido. Aún en pijama, desayunó café solo acompañado de una tostada medio quemada y un tanto triste; asearse y vestirse lo dejaba siempre para el final. 

Salió de casa en el preciso instante en el que se avistaban en el horizonte los primeros rayos de sol, encaminándose en su coche hacia el monte. Exactamente en dirección opuesta a la luz, como queriendo huir del día que estaba por llegar. 

Cada domingo desde hacía diez años seguía el mismo ritual. A su espalda cargaba una mochila con algo de ropa, agua y un poco de comida. En su mano, el viejo bastón de madera de castaño que le acompañaba siempre.  Fiel compañero de paseos y caminatas, de pensamientos y pesadumbres. 

Aquella mañana decidió tomar un camino diferente, uno que tras el río giraba hacia el norte.

Según indicaban las agujas de su viejo reloj, llevaba algo más de una hora caminando, cuando decidió parar para beber y comerse uno de los dos bocadillos que tenía. Se sentó sobre una enorme piedra de granito porque comenzaba a hacer calor, y sobre ella, un viejo roble desplegaba su sombra. Comió despacio, en silencio, observando el paisaje. Fue entonces cuando la copa de un árbol más puntiaguda que las demás le llamó la atención. Terminó rápido su comida y se puso en marcha de nuevo, decidido a encontrar aquel ciprés que contrastaba con el resto de los árboles vecinos. ¿Habría llegado solo hasta allí, o lo habría llevado alguien? Sin saber porqué, le intrigaba aquella cuestión.

Varios días atrás, había caído una gran tormenta, por lo que aún se podían apreciar charcos pequeños que brillaban al reflejar la luz solar. Si te fijabas bien, podías observar a su alrededor huellas de corzos, lobos e incluso pájaros que sin duda alguna se habían acercado a beber el agua de lluvia.

Continuó caminando durante lo que le parecido una eternidad, pensando en aquel árbol escurridizo que a veces perdía de vista, para encontrarlo de nuevo poco después.

Cada vez ascendía más y el terreno se iba haciendo más abrupto. Sus piernas estaba ya cansadas y su respiración acelerada, cuando levantó la vista y lo vio, frente a él. Allí estaba el ciprés, luciendo todo su esplendor y junto a él, curiosamente, se encontraba un rosal repleto de rosas rojas. Aquello, no hizo otra cosa que aumentar su curiosidad. Se acercó despacio y pudo ver, que tras el rosal que trepaba por la roca, había un orificio a modo de hueco. Daba la impresión de ser la entrada a una cavidad natural.

Buscó a tientas la linterna dentro de su mochila y apartando un poco las ramas traspasó aquél pequeño hueco. El interior estaba oscuro y aparentemente era solo el comienzo de una galería muy larga. Continuó caminando hacia dentro, intrigado. En un pequeño descuido, tropezó con una piedra y la linterna salió disparada hacia delante, quedó sobre el suelo iluminando lo que parecía una gran bóveda. Adolfo se quedó tan impresionado que durante unos minutos fue incapaz de levantarse del suelo.

Abrumado por lo que veía recuperó su linterna y comenzó a observar las paredes. Sin lugar a dudas, él no era el primer visitantes de aquel lugar, ya le habían precedido muchos otros, que habían ido dejando su impronta en aquellas paredes rocosas. El tiempo se detuvo y cuando Adolfo decidió salir ya no pudo, afuera la noche lo cubría todo, y una fuerte tormenta azotaba el monte agitando los árboles como si fueran fantasmas endemoniados.

Decidió que lo mejor que podía hacer era volver al interior y quedarse allí para siempre.



                                                                     Paula CRuZ Gutiérrez.



viernes, 29 de mayo de 2020

eL BoSQue DeL TieMPo.




Hoy hemos viajado al bosque que componen los edificios de Madrid porque me tocaba recibir de nuevo, el tratamiento oncológico, los veintiún días se pasan volando, estemos libres o confinados. 

Siempre suelo darle un abrazo o dos besos a mi oncólogo, pero ahora esa costumbre la hemos tenido que cambiar por una sonrisa medio escondida detrás de la mascarilla y que sube hasta el rabillo del ojo. Solemos bromear entre nosotros, si ve que algún día llego más decaída me pincha, diciéndome que no estoy ya ni para echarme al contenedor de reciclaje. Pero esta mañana ha sido mi turno, y le he dicho bromeando, que de perfil comenzaba a parecerse a mí, que la tripa le iba creciendo. Se ha reído, y me ha contestado que su mujer opinaba lo mismo que yo. 


Después de cinco operaciones en la misma zona, la pared interna de toda mi zona abdominal ha disminuido mucho su grosor, debilitando también su musculatura y al no poder sujetar adecuadamente mis órganos internos, tengo una barriga considerable. Son gajes del oficio de estar viva, mejor tener barriga que no tener nada, como supuestamente iba a ocurrir. 


Pero bueno, ya sabemos que la lógica y las estadísticas, conmigo tienen poco trabajo.

Después de la consulta he subido a la zona de boxes para recibir mi tratamiento. 


Sentada en mi sillón, mientras la enfermera colocaba la medicación en la bomba, escucho en el pasillo cómo otro enfermo le pregunta a otra enfermera cuanto tiempo de tratamiento tendrá hoy, a lo que ella le responde que han calculado que unas tres horas y media aproximadamente. El le responde sorprendido: ah, ¿sólo? Qué bien. 


Entonces sonrío y me acuerdo de cuando yo estaba en su lugar, paseando entre los troncos de las horas que componían mis días, y me doy cuenta de lo relativo que es el tiempo, que lo que a unos les parece un simple paseo, para otros es  toda una eternidad. Porque claro, habiendo pasado ocho horas sentada en un sillón recibiendo el chute de "agua bendita", esas tres horas y media nos parecen una nimiedad.


Y sonrío también porque los enfermos oncológicos, nos conformamos con que nos disminuyan nuestros tratamientos de quimioterapia, y aunque sólo sean cinco minutos, para nosotros eso es todo un triunfo. Así, algunos paseos se nos hagan más cortos que otros.


Cuando uno es enfermo crónico hay muchos pequeños triunfos que celebrar, porque el camino es muy largo y sinuoso.

Feliz día a todos. 



                                                                      Paula CRuZ Gutiérrez. 

jueves, 14 de mayo de 2020

Ánimo.



A veces creemos erróneamente que  nosotros "podemos con todo". Pero aunque tengamos la predisposición adecuada, es muy difícil conseguirlo.

Pero si nos apoyamos en alguien, o incluso en varias personas a la vez, el camino suele ser más llevadero.

En estos días la vida de varios amigos  y familiares se ha convertido en una especie de tarta en la que cada una de las porciones es un problema a cual más importante. Porciones bañadas por el virus y adornadas por las guindas del confinamiento.

Estos días en los que no podemos visitarnos y hemos de relacionarnos sólo mediante el teléfono, las cosas se complican y en algunos casos incrementan la incertidumbre.

Todos estamos viviendo una situación  hasta ahora desconocida y difícil de gestionar. Es ahora, cuando nos vemos obligados a utilizar todos nuestros recursos psicológicos para no sucumbir. Y si creemos no tenerlos, buscar a alguien que nos rescate. Estos días hay psicólogos que prestan ayudar de forma desinteresada.

Es importante darse el permiso de estar triste, enfadado, desanimado, cada uno debe gestionar sus tiempos y sus dueños, sin permitir eso sí, que se enquisten y nos impidan avanzar.

Os envió todo mi ánimo.


                                  Paula CRuZ Gutiérrez.






domingo, 5 de abril de 2020

PaToLoGíaS PReVias.


Anoche al meterme en la cama el sueño apareció escurridizo. Como no me dormía me dio por pensar en el virus ese del que últimamente habla todo el mundo. Parece que no es una cuestión baladí, además, al listado de fallecidos, siempre lo acompañan con la misma coletilla: con patologías previas. Y yo me pregunto qué significarán esas palabras.

Me pongo a pensar si yo tengo alguna posibilidad de entrar en este grupo de riesgo. Mentalmente y en silencio, voy repasando las enfermedades que he tenido a lo largo de mi vida.

Cuando tenía cinco o seis años, me operaron de anginas, pero creo que eso no cuenta. Hace tres años, tuve una insuficiencia respiratoria que me obligó a estar un mes enganchada a un respirador, pero pienso que eso tampoco es importante. También he tenido en dos ocasiones cáncer con metástasis en ambos casos, ya superados. Pero creo que esto tampoco va a ser una patología previa. Al final me canso de tanto pensar, porque no llego a ninguna conclusión.

Pero justo antes de dormirme, me acuerdo de que hace muchos años me hice un esguince en el tobillo izquierdo, y entonces decido que lo mejor será quedarme en casa. No vaya a ser que el esguince sí sea considerado como una patología previa. 😂😂😂.

A veces es bueno reírse de uno mismo.


                                 
                                                                     Paula CRuZ Gutiérrez. 

martes, 31 de marzo de 2020

La LLeGaDa De DaViD.


Este virus traicionero está haciendo que muchas personas fallezcan antes de tiempo, pero también vemos cómo gente querida va sanando.

Y dentro de tanta desolación la vida continúa, como su propio nombre indica, porque si no fuese así, no se llamaría vida. 

Hace una semana, vino al mundo un bebé precioso. Al que sus padres sabiamente, dicho sea de paso, han puesto por nombre David. 

El ha decidido venir antes de tiempo, como sabiendo que si llegaba más tarde, habría mayor caos en el hospital y ni a su mamá ni a él, les podrían atender como se merecían. 

Un bebé valiente, enfrentándose a su propio Goliat. un bebé que el día de mañana podrá contar a sus amigos que nació en plena pandemia mundial.

Un bebé que tan solo con su presencia ha conseguido derrotar al gigante. 

Porque nuestra existencia es así, está llena de momento tristes, pero también de otros maravillosos. Nuestra mejor opción, es aprender a nadar entre ellos y evitar que sus olas nos arrastren. 

Como la vida está llena de sabiduría, siempre nos da un poco de quietud. 


                                                                                                                                                                                      Paula CRuZ Gutiérrez. 

martes, 24 de marzo de 2020

QueRiDo SaNCHo.


--¿Mi querido Sancho, válgame Dios, quiere vuestra merced hacerme el favor de permanecer en el interior del palacio?

--Pero señoría, he de ir junto a mi esposa e hijos. Saben que ya hemos vuelto de nuestra última aventura y esperan ansiosos mi retorno. 

--Cómo dices eso? ¿No oyes el relinchar de sus caballos? Ahí fuera hay un enemigo difícil de derrotar, todo un ejército malvado. Hemos de diseñar un plan para poder encantarlos y así poder derrotarlos. Para ello tenemos que permanecer aquí, pensando cual será nuestro proceder al respecto. 

--Venga vuestra meced, sabe que pensar no es lo mio, para eso está usted. Yo solo quiero volver a mi casa. Y no oigo otra cosa que el rechinar de mis tripas.

--Ahora nuestra casa es esta Sancho. Debemos impedir que el enemigo nos encuentre y por ende, nos alcance. Eso sería extremadamente peligro, porque se han confabulado en contra nuestra. 

--Como guste mi señor, usted es el destinatario de toda mi confianza y, si usted dice que no hemos de salir de aquí, pues nos quedaremos. ¿Pero dígame, qué haremos aquí dentro?. 

--Pues encontraremos la manera de derrotar a ese virus que nos acecha. Además, podemos leer libros de caballerías, comer ricos manjares, pensar un plan para rescatar a mi amada Dulcinea de ese bellaco que tiene como señor o incluso tumbarnos en el patio a ver las estrellas.

--Pues así sea su señoría y, si mientras pensamos nos comemos unos chorizos, seguro que nuestra mente se muestra más lúcida después.

--Gracias amigo. Intentaremos hacerle llegar un mensaje a esa fermosa dama que tenéis por esposa. Le daremos explicaciones de la aventura en la que nos hayamos.



                                                                        Paula CRuZ Gutiérrez.


martes, 17 de marzo de 2020

uNa SiTuaCióN PoCo aGRaDaBLe.



Sin duda alguna estamos viviendo un momento histórico, vivimos una situación anómala que implica hacer cosas poco habituales. 

Sobrevolamos una época llena de incertidumbre, haciendo frente a un enemigo invisible, sin saber si seremos sus víctimas o no. 

Y por primera vez en mucho tiempo, me parece jugar con ventaja frente al respecto de los mortales. Y es que los enfermos de cáncer o crónicos en general, ya hemos hecho los deberes con anterioridad. 

Estamos habituados a pasar largos períodos de tiempo sin salir de casa. Ya hemos aceptado que no podemos ir a trabajar, salir a comprar o ir a tomarnos un café. Nos hemos acostumbrado a no poder relacionarnos como nos gustaría con nuestra familia y amigos. 

Sabemos lo que es confiar en nosotros y en los demás y, nos hemos visto en la necesidad, de conocer la importancia de controlar nuestra ansiedad, nuestros temores y miedos. De no dejarnos arrastrar por una corriente colectiva que nos arrastra al pesimismo y a la negatividad. 

La situación actual no es nueva para muchos de nosotros, lo que no implica que sea agradable.

Como la paciencia es gratuita que cada uno se aprovisione de la que considere oportunas. 


                                  Paula CRUz Gutiérrez.