martes, 2 de junio de 2020

Adolfo.

    Hoy os deseo que paséis un buen rato con una lectura diferente.

Faltaba poco para la llegada del alba cuando la alarma comenzó a emitir sonidos. Él estiró su brazo fuera del calor de las sabanas y detuvo aquella música pausada que usaba como despertador. 

Sobre la banqueta de su dormitorio, descansaban las prendas de ropa que pulcramente, había colocado allí la noche anterior. Ropa gastada, pero muy cómoda para ir al campo. 

Intentó no darle opción a la pereza, no fuera a ser que lo atrapara, por lo que saltó de la cama medio dormido. Aún en pijama, desayunó café solo acompañado de una tostada medio quemada y un tanto triste; asearse y vestirse lo dejaba siempre para el final. 

Salió de casa en el preciso instante en el que se avistaban en el horizonte los primeros rayos de sol, encaminándose en su coche hacia el monte. Exactamente en dirección opuesta a la luz, como queriendo huir del día que estaba por llegar. 

Cada domingo desde hacía diez años seguía el mismo ritual. A su espalda cargaba una mochila con algo de ropa, agua y un poco de comida. En su mano, el viejo bastón de madera de castaño que le acompañaba siempre.  Fiel compañero de paseos y caminatas, de pensamientos y pesadumbres. 

Aquella mañana decidió tomar un camino diferente, uno que tras el río giraba hacia el norte.

Según indicaban las agujas de su viejo reloj, llevaba algo más de una hora caminando, cuando decidió parar para beber y comerse uno de los dos bocadillos que tenía. Se sentó sobre una enorme piedra de granito porque comenzaba a hacer calor, y sobre ella, un viejo roble desplegaba su sombra. Comió despacio, en silencio, observando el paisaje. Fue entonces cuando la copa de un árbol más puntiaguda que las demás le llamó la atención. Terminó rápido su comida y se puso en marcha de nuevo, decidido a encontrar aquel ciprés que contrastaba con el resto de los árboles vecinos. ¿Habría llegado solo hasta allí, o lo habría llevado alguien? Sin saber porqué, le intrigaba aquella cuestión.

Varios días atrás, había caído una gran tormenta, por lo que aún se podían apreciar charcos pequeños que brillaban al reflejar la luz solar. Si te fijabas bien, podías observar a su alrededor huellas de corzos, lobos e incluso pájaros que sin duda alguna se habían acercado a beber el agua de lluvia.

Continuó caminando durante lo que le parecido una eternidad, pensando en aquel árbol escurridizo que a veces perdía de vista, para encontrarlo de nuevo poco después.

Cada vez ascendía más y el terreno se iba haciendo más abrupto. Sus piernas estaba ya cansadas y su respiración acelerada, cuando levantó la vista y lo vio, frente a él. Allí estaba el ciprés, luciendo todo su esplendor y junto a él, curiosamente, se encontraba un rosal repleto de rosas rojas. Aquello, no hizo otra cosa que aumentar su curiosidad. Se acercó despacio y pudo ver, que tras el rosal que trepaba por la roca, había un orificio a modo de hueco. Daba la impresión de ser la entrada a una cavidad natural.

Buscó a tientas la linterna dentro de su mochila y apartando un poco las ramas traspasó aquél pequeño hueco. El interior estaba oscuro y aparentemente era solo el comienzo de una galería muy larga. Continuó caminando hacia dentro, intrigado. En un pequeño descuido, tropezó con una piedra y la linterna salió disparada hacia delante, quedó sobre el suelo iluminando lo que parecía una gran bóveda. Adolfo se quedó tan impresionado que durante unos minutos fue incapaz de levantarse del suelo.

Abrumado por lo que veía recuperó su linterna y comenzó a observar las paredes. Sin lugar a dudas, él no era el primer visitantes de aquel lugar, ya le habían precedido muchos otros, que habían ido dejando su impronta en aquellas paredes rocosas. El tiempo se detuvo y cuando Adolfo decidió salir ya no pudo, afuera la noche lo cubría todo, y una fuerte tormenta azotaba el monte agitando los árboles como si fueran fantasmas endemoniados.

Decidió que lo mejor que podía hacer era volver al interior y quedarse allí para siempre.



                                                                     Paula CRuZ Gutiérrez.



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