miércoles, 6 de marzo de 2019

Mi Ángel volador.


Al comienzo de la semana, nada presagiaba la tormenta que se avecinaba.  Cierto es, que el horizonte yacía plagado de grandes nubarrones, negros como el carbón, que nos amenazaban con descargar su agua llena de furia. Pero cuándo se producirían dichas precipitaciones era algo incierto y a la vez inquietante, porque podrían llegar mañana o dentro de un mes. 

Pero el martes después de comer llegó el huracán, que me arrasó por completo. La noticia me dejó helada. Mi mente en ese momento fue incapaz de gestionar la noticia, por eso, tras colgar el teléfono seguí con la tarea que estaba realizando. Necesité un rato para asimilar el mazazo.

Más pronto que tarde, mi amigo ha partido hacia esa dimensión de la que todos venimos y a la que todos volveremos. Aunque creo firmemente que todos tenemos nuestro tiempo y nuestro lugar aquí, hoy eso no me consuela. 

He de reconocer que el miedo a morir yo, ha sido ínfimo al lado del miedo que me producía pensar que tú podías fallecer. He llorado por ti muchas más veces de lo que lo he hecho por mí misma.

Te has ido en paz, decidiendo hasta el último momento tu destino. Hacia tiempo que deseabas marcharte para descansar.

Ahora ya vuelas liviano.

Te imagino surcando el cielo, como un águila que aprovecha la corriente de aire para subir y bajar sin esfuerzo. Esa enorme corriente la hemos creado para ti todos tus seres queridos, que te empujamos hacia arriba y te deseamos el mejor de los viajes.

Te visualizo planeando sobre las cumbres, sobrevolando las nubes, protegiéndonos desde allí arriba. Enviándonos el consuelo que nos falta para continuar sin ti.

Aquí sentada frente al enorme ojo de pez, contemplo absorta el cascarón vacío que era el cuerpo de mi amigo, me parece mentira que se halla ido. Pienso que la vida es injusta. Y me enfado con ella, porque al final nos ha separado cuando más nos necesitábamos. Me hubiera gustado poder acompañarte y ayudarte más, pero yo tenía que hacer frente a mi propio proceso. Entonces me pregunto porqué yo he conseguido superarlo y tú no. Una pregunta para la que nunca obtendré respuesta.

Hasta que volvamos a vernos seguiré con aquellas pequeñas cosas que siempre me han recordado a ti: tus carreras para darme un beso, las flores de malva, tu enorme sofá que nos engullía junto a un café, la parra de mi patio regalo tuyo en uno de mis cumpleaños, tus palabras y consejos o las canciones de cierto cantante al que detestabas.

Recordaré las cenas de ensaladas y melón con jamón sentada en el columpio del patio, o las charlas en la escalinata delantera de tu casa.

Cualquier excusa es buena, porque son tantas cosas...

Descansa en paz mi amor, vivirás eternamente en mi corazón y siempre seré tu Pauli.


                                                                         Paula Cruz Gutiérrez.

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