sábado, 25 de enero de 2020

CoNCLuSióN iNeSPeRaDa.


Al salir del ascensor es evidentemente el olor a antiséptico. Pienso inmediatamente si los vecinos seguirán apreciando este olor o por el contrario, con los años se habrá vuelto imperceptible para ellos.

Tras llamar a la puerta me recibe la enfermera, y me hace pasar a una sala. Otra víctima espera sentada en un sillón.

Mientras me toca el turno, me entretengo mirando los grabados que cuelgan en las paredes. La luz de las lámparas les apunta directamente y eso afecta a la estructura, tanto del montaje como a la de las propias obras, así como a los adhesivos que se han deteriorado. Dentro de cada marco hay colocados nueve grabados, del mismo tamaño pero diferentes temática.

La enfermedad me impide trabajar, pero sigue intacta mi curiosidad y mi deformación profesional, veintitantos años dedicada a lo mismo no se borran de un plumazo. Sobretodo si ha sido tu vocación.

He de dejar aquí mis desvaríos, ha llegado mi turno. 

Ya en la consulta Quique mi dentista favorito, me da un abrazo y con su eterna sonrisa me pregunta cómo estoy. 

Le cuento mis problemas con la dentadura que algunos días me impiden comer. Me examina y concluye que lo único que me ocurre es que estoy estresada. 

Es entonces cuando en mi cerebro salta un clik, y llego a una conclusión inesperada. Aunque yo no haya sido consciente, mi cuerpo lleva casi cuatro años viviendo al límite.  Yo creía estar tranquila pero mi cuerpo no lo estaba. Ha estado todo este tiempo viviendo en alerta máxima y ahora que por fin me he percatado he de buscar una solución. 

La vida me platea otro reto y tendré que aprender a relajarme en serio. 


                                                                      Paula CRuZ Gutiérrez.


                 

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