martes, 19 de septiembre de 2017

AhOrA.


Para mí es imposible imaginar cómo puede sentirse el cuerpo de un escalador después de ascender una montaña, aunque esté físicamente preparado para ello, debe ser un desgaste de energía descomunal.

Yo en éste año he tenido que escalar dos Everest, el Cáncer y la Peritonitis. Dos ocho miles, como se llaman en el argot montañero.
Ahora que todo comienza a pasar y yo voy relajándome, mi cuerpo ha decidido entrar en  "modo extenuación". Un cansancio agotador, que me envuelve como si fuera un capullo de seda, que me aisla en el interior y me impide ver el exterior.

Ahora que todo se ve de forma más relativa, mi cuerpo saca todo el cansancio y el estrés acumulado durante tantos meses de duro trabajo y esfuerzo, haciendo frente  la enfermedad. Tan cansada estoy que los ojos se me cierran y las piernas y brazos se niegan a moverse. Tengo la sensación de que una enorme apisonadora a pasado sobre mí y soy incapaz de recomponerme.

Imagino que ésta es otra fase más de todo este proceso, que he de esperar. Que al cansancio se le siguen sumando los efectos de los tratamientos con los que continuaré durante otro año más.

Hasta la próxima amigos me voy a descansar, a ver si me convierto en mariposa.


                                                                        Paula Cruz Gutiérrez.


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