martes, 28 de mayo de 2019

Un QuiJoTe eN La CiuDaD.


Mientras espero a que el semáforo se ponga verde algo llama mi atención. Al mirar detenidamente a mi derecha me doy cuenta de que es un señor mayor. Viste una gabardina negra con sombrero a juego y se apoya con fuerza sobre un bastón. Por su rostro, me parece adivinar que debe rondar los ochenta y cinco años.

Camina con gran dificultad hasta llegar al paso de peatones. Se ve claramente que tiene paralizado el lado izquierdo, el brazo le cuelga sin fuerza y tiene dificultad para flexionar la pierna, cayendo todo su peso sobre su lado derecho.

Entonces sonrío y le felicito mentalmente por atreverse a salir a la calle a pesar de sus fuertes limitaciones. No sé si habrá salido por voluntad propia o porque no ha tenido más remedio, pero en el fondo, ese pequeño detalle me da igual. Lo importante es que lo ha hecho. Caminar por la ciudad no es una tarea fácil, siempre hay gente con prisas, baldosas levantadas o cacas de perro que esquivar. Y si además eres mayor o tienes una minusvalía la cosa se complica mucho más, es como ir a la guerra. Pero sin duda alguna, a este señor todo eso no le amedentra lo suficiente como para no salir de su casa.

No hay nada que pueda impedir alcanzar nuestros objetivos si realmente lo deseamos. En muchas ocasiones es cierto que tenemos limitaciones físicas que nos dificultan la tarea, pero otras veces no es así. Nuestra mente está programada para boicotearnos y hacernos creer que tenemos unas limitaciones que en realidad no existen y así nos engaña. Porque es mucho más fácil creerse su discurso que contrariarlo. Siempre es más cómodo quedarse quieto en tu área de confort que ponerte a mover ficha sin saber cual será el resultado final. Por eso, nos creamos nosotros mismos nuestros propios limites.

Nuestra voluntad por mejorar es lo que nos da la energía necesaria y nos guía en el camino. Es cierto que ese camino puede estar plagado de rosas o de minas, pero también es cierto, que debemos continuar mirando hacia el futuro y no quedarnos estancados pensando en el pasado que ya no está y que indiscutiblemente no va a volver.

Un futuro mejor nos espera a la vuelta de la esquina, tan sólo es necesario atreverse a cruzar la calle.

2 comentarios:

angel marin dijo...

A la calle a desfacer los entuertos de la propia vida. Con dos... espuelas

Paula Cruz Gutierrez dijo...

No te quepa duda Sancho.