miércoles, 27 de junio de 2018

Sin aguja.

El lunes me acosté concienciada de que al día siguiente tenía TAC de control. Debía acordarme de no desayunar ni de beber agua.

Me fui al hospital tan tranquila como quien va de excursión, así me pasó. Cuando llegamos al hospital mi marido me dejó en la puerta y se fue a buscar aparcamiento.

Yo bajé a radiología, cogí el tiket y esperé mi turno. Cuando me sacaron el contraste me lo fui bebiendo despacio y continúe sentada esperando que volvieran a nombrarme.

En ese momento salió una señora del interior, se sentó frente a mí y al mirarla vi que tenía un esparadrapo en el brazo. Entonces abrí los ojos y pensé !!Ahi Dios, no he pasado por oncología para que me colocaran la aguja en el porta!!. Se me había olvidado por completo el motivo por el que me hacía la prueba. Se me olvidó que había tenido un cáncer demoledor.

Al ser consciente de lo que había sucedido, he pensado que debo ser la persona más rara y afortunada del mundo, en vez de preocuparme por el resultado me olvido por completo del motivo que me ha llevado hasta allí.

Una vez aterrizada en la tierra, pasé al interior a explicar lo que había sucedido y a preguntar si debía ir a oncología a que me pincharan a lo que me respondieron que no era necesario porque lo hacían ellas.

Con una sonrisa y pensando cómo se me había podido olvidar hacer algo tan importante volví a  salir.

Tumbada en la camilla mientras entraba el contraste intravenoso e iba notando sus efectos, yo me imaginaba cómo todos mis órganos internos bailaban en mi interior, demostrado lo contentos que estaban por esta completamente sanos.

Lo que me confirmó el doctor por la tarde.


                                                                        Paula Cruz Gutiérrez.

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