martes, 30 de octubre de 2018

SoBRe La HieRBa.

Este texto lo escribí este verano, hoy lo comparto con vosotros.



Es la hora de la siesta, el calor aprieta y la morriña nos acecha. Los niños dormitan sobre unas toallas.

Tumbada sobre la hierba en el borde del río, intento concentrarme en la humedad que sube por mi espalda, en el rumor del agua y en el trinar de los pájaros.

Observo cómo pasan las nubes; con mis manos toco las hojas alargadas y ásperas del césped, junto con las hojitas planas y redondeadas del trébol. Cada hoja con una forma, con su tamaño y su propia textura.

Sobre nosotros, el cielo parece acercarse por momentos, el color azul está jaspeado de tonos blancos, parece un puzle compuesto por pequeñas nubes que lo surcan.

Puedo ver como vuelan las golondrinas, en su ir y venir comiendo insectos. Más arriba en una corriente de aire, nos sobrevuelan una grupo de buitres, planeando en giros casi imposibles.

Necesitábamos salir de la rutina diaria. Ha sido lo mejor decisión que podíamos tomar, aunque confieso que mi energía últimamente ha disminuido de manera considerable.

Estamos haciendo turismo de manera tranquila. La serranía de Cuenca es un lugar para visitar despacio.

De guía turístico llevamos a mi marido, se conoce bien la zona y disfruta enseñándonosla. Este viaje es una excusa para reencontrarse con gente a la que hacía años que no venía. Ya que antes de conocernos, trabajó aquí durante cuatro años.

Cierro los ojos y me dejo llevar por el rumor del agua.




                                                                       Paula Cruz Gutiérrez.


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