lunes, 22 de enero de 2018

Mi mente está dormida.


Mi mente sucumbió al invierno. 

Los tratamientos de quimioterapia y la fuerte medicación, fueron los hielos que la adormecieron.

La que antes era una mente brillante ahora se muestra cansada y ralentizada. Como esperando que al desaparecer las nieblas del invierno desaparezcan sus propias neblinas.

Mi boca quiere hablar, pero mi mente se niega a mandarle las palabras adecuadas.

Miro la cuchara, he pronunciado miles de veces su nombre, pero ahora de repente ni lo recuerdo ni sé cómo se pronuncia.

Lo dejo pasar.

Antes de darme cuenta me vuelve a ocurrir y vuelta a empezar.  

Deseo mantener una conversación coherente, sin vacíos ni olvidos, pero la mente y las palabras me  vuelen a fallar.

La medicación me ha afectado tanto que soy incapaz de pensar con claridad, vivo en un estado de hibernación permanente.

Cuando voy a comprar pago con tarjeta, porque me da vergüenza que vean que no sé manejar el dinero. Mi marido es el encargado de las citas y de la medicación porque yo no controlarlo.

Como la cepa espera que en primavera lloren sus sarmientos, para empezar a brotar. Así espero yo con ansiedad que los nuevos rayos de sol me devuelvan los colores y las palabras perdidas.

Es curioso que todo ésto me ocurra cuando deseo hablar, pero que no cuando escribo.

Quiero darle las gracias a Adán Israel por dejarme poner su fotografía.


                                                                                                                            Paula Cruz Gutiérrez.






No hay comentarios: